El espionaje entre los “amigos” no sólo se da en los ámbitos bilaterales que tengan que ver con cuestiones económicas, comerciales o industriales (en este último caso, de uso dual), sino que –multilateralmente– dentro de las alianzas de seguridad a veces sus miembros se espían mutuamente con fines, bien sea de tan sólo tener una idea de sus capacidades o para comprobar sus intenciones y voluntad política de actuar en conjunto y sin disensiones, si las circunstancias así lo requirieran.
Lo mismo puede afirmarse al interior de las alianzas de índole político y económico totalmente institucionalizadas como la Unión Europea, que es lo que a mediados de febrero advirtió en una nota interna Stephen Hutchins, el jefe de seguridad del ejecutivo europeo. Se refería a las cubiertas (o tapaderas) que agentes de inteligencia “o personas directamente ligadas a estos servicios” usan para intentar obtener información. Esto fue admitido por Valerie Rampi, la portavoz de la Comisión Europea: “Un ejemplo de esta tapadera es el practicante, el segundo es el de un miembro de una administración nacional asignado de forma temporal (a la Comisión), el tercero es el de un técnico experto en cuestiones de tecnologías de la información.”
Otras versiones apuntaron a cubiertas periodísticas usadas por decenas de personas, especialmente de Rusia y China. (No es un secreto que estos dos países tienen activas redes de espionaje en todos lados).No obstante, si uno analiza bien la advertencia de Hutchins, los tres ejemplos que pone, es obvio que tienen que ver con personas que pertenecen a países miembros de la UE. Interpreto esto como un fuerte llamado de atención a esos mismos países miembros. En otras palabras, es un llamado al orden en una situación de (extrema) crisis. Históricamente, un indicador del agravamiento de una crisis entre países ha sido el incremento de todas las actividades de inteligencia. En este caso se debería al agravamiento de la crisis económica global: ante la potencial pérdida de mercados o la búsqueda de nuevos procedimientos industriales, en esta clase de organismos internacionales todos quieren saber lo que los otros están haciendo –o piensan hacer– para capear el temporal, y cómo podría afectarlos.
De otro lado, también podemos hablar de las actividades de inteligencia (incluido a veces el espionaje) que un país puede estar llevando a acabo sobre otro tradicionalmente amigo, sobre todo en el campo político, para plantearse –por ejemplo– escenarios de probables cambios de gobierno o al interior del (actual) gobierno y cómo esos cambios podrían afectar tradicionales vínculos –de toda índole– entre ambos. La inteligencia política constituye la más comúnmente conducida entre esos países tradicionalmente (muy) amigos por considerarse que nunca está de más cerciorarse, una y otra vez, que sigan en ese nivel. Recordar siempre las palabras de un alto funcionario estadounidense (probablemente Henry Kissinger) a fines de los setenta: “No existen agencias de inteligencia ´amistosas´. Sólo existen agencias de inteligencia de potencias amistosas.” (En Mark Lowenthal, Intelligence: From Secrets to Policy, 2000, p. 99).
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