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    Somos un grupo de investigación en temas de Seguridad y Defensa Nacional.

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    Alberto Bolívar Ocampo. Politólogo. Profesor de Geopolítica en los Institutos Armados, el CAEN y la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.

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Geopolítica y Fronteras(*)




Dentro de las actuales concepciones globales de Desarrollo y Defensa de los diversos Estados, el tratamiento dado a todo lo referente a las fronteras (desarrollo e implementación de núcleos humanos, apoyo logístico a los mismos y vías de comunicación en y hacia dichas zonas), por la importancia geopolítica y geoestratégica de las mismas, ocupa un orden de prioritarias atenciones.

Para el Derecho Internacional, las fronteras determinan el espacio en el cual los organismos políticos tienen jurisdicción y ejercen soberanía y competencia; han sido trazadas, delimitadas y perfeccionado este proceso mediante Tratados internacionalmente reconocidos. La teoría – y muchas veces la negligencia y/o candidez – nos induce erróneamente a pensar que son inmutables, legítimas y que por ende siempre serán respetadas por la contraparte, es decir por el Estado con el que se limita. La geopolítica nos presenta una realidad diferente.

El concepto de frontera en sí, debemos verlo como parte integrante de la metodología de análisis espacial con la que se debe mirar la conformación y características de un determinado Estado; es decir, al ver su territorio tendremos: a) un heartland o núcleo de cohesión, el polo de polos vital que sirve de usina rectora y dinamizadora de los polos de desarrollo, y que generalmente ocupa una posición central; b) las vías de comunicación, que son lo que le dará un alto índice de movilidad al territorio, llevando los impulsos vitales del heartland por todo el territorio, conquistando, c) el hinterland o espacio interior comprendido entre el heartland y, d) las fronteras, lugares hasta donde llega la fuerza del Estado soberano. Haushofer decía que son sus “órganos periféricos” por los cuales “transpira y respira el Estado.”

Si analizamos el territorio de un Estado como si fuera el cuerpo humano, encontraremos que el heartland es el corazón y los polos de desarrollo los otros órganos; las vías de comunicación son las venas que llevan la sangre del heartland a todo el cuerpo o hinterland, y que sobre todo refuerzan la capa protectora y comunicante con el exterior, que no es otra que la piel o frontera.

En la medida que el espacio es Poder (Kjellen dijo que “cada tierra, cada mar, debe verse como un espacio que debe llegar a ser conocido, habitado y lleno políticamente antes de que pueda llegar a ser fuerza”), las fronteras expresan las relaciones de Poder entre los Estados (Poder que podríamos subdividir en Político, Económico, Psicosocial y Militar); constituyen la “periferia de tensión de los núcleos neohistóricos.” Su vitalidad y forma dependen de la de estos núcleos, de los impulsos vitales crecientes o decrecientes que emanan, de los grupos humanos en su lucha contra el medio; por lo que podemos ver tres tipos de fronteras: a) en formación, b) estables y, c) en regresión. Estas últimas son las que después de haber servido de marco a un Estado, se convierten en elementos de un pasado que ya no responde a las nuevas exigencias, es decir, cuando no pueden contener las tensiones que emanan los núcleos del país vecino. Es el momento en que zonas jurídicamente nacionales comienzan a perder su identidad por la mayor influencia de los impulsos o tensiones (políticas, económicas, psicosociales y militares) que provienen del otro lado de la frontera.

Pueden darse dos situaciones que pueden ser definidas o bien, pueden combinarse. La primera es cuando las presiones interiores aumentan por ambos lados y las fronteras se convierten en “zonas de tensión” en que se mueven intereses políticos, económicos, psicosociales y militares, y que pueden llevar a la guerra. La segunda es cuando se da la figura del Uti Possidettis de ipso, o sea, cuando un Estado, en vista de la mayor influencia y presencia en zonas del Estado aledaño, por el descuido en que se encuentran las fronteras de este último, considera como territorio nacional zonas que jurídicamente no le pertenecen, pero que en los hechos –de ipso – es como si lo fueran. Dos notables ejemplos son los de México frente a EE.UU. (1836 y 1848) y Bolivia frente a Chile (1879).

Todo este análisis nos lleva a definir a la frontera como una isobara política que fija, durante cierto tiempo, el equilibrio entre dos presiones; equilibrio de fuerzas, equilibrio de masas. (Ancel) Es el lugar donde tienen contacto los elementos que vivifican a diferentes espacios nacionales.

Los países sudamericanos no deberían tener problemas de espacio vital por los inmensos territorios nacionales que cada uno de ellos no ha conquistado, y que conforman el reto geopolítico del hinterland sudamericano, pero la realidad es otra por la existencia de algunos “inquietos” Estados, que, influenciados por las mesiánicas ideas de autores extranjeros y nacionales (peor en este último caso y máxime si ocupan cargos elevados), o por cuestiones de política interna, no hacen sino propiciar peligrosas concepciones y aventuras que pueden traer la guerra a esta parte del Continente. Esto debe llevarnos a vivir siempre alertas, vivificando nuestras fronteras por medio de una Concepción Integral de Desarrollo en Seguridad, así como por la adecuada implementación de sus respectivas políticas y estrategias. Ello evitará el que podamos experimentar algún día desagradables sorpresas – violentas o pacíficas – que se originen en nuestras zonas fronterizas por el descuido y abandono en el que pudieran éstas encontrarse.


(*) Alberto Bolívar. El Comercio. 24/Ago/83

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