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    Alberto Bolívar Ocampo. Politólogo. Profesor de Geopolítica en los Institutos Armados, el CAEN y la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.

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La Utilidad de la Fuerza




Autor: Alberto Bolívar Ocampo
Publicado en: Expreso; 01 /Ene/2009


En su extraordinario libro “The Utility of Force: The Art of War in the Modern World (2007)”, el general (r) británico Rupert Smith hace una muy completa reflexión acerca de cómo, a lo largo de la historia, se ha utilizado la fuerza (militar). Sostiene que aplicarla con utilidad implica una comprensión del contexto en el cual uno está actuando, una clara definición del resultado a ser obtenido, una identificación del punto o blanco contra la que es aplicada y, tan importante como lo anterior, una comprensión de la naturaleza de la fuerza que se aplica.

A lo largo de sus 415 páginas, nos va llevando por diversas etapas históricas hasta llegar a lo que él denomina la “guerra (a escala) industrial”, en la que su mayor propósito era el de obtener el resultado político deseado a través de la destrucción de la capacidad de resistir del enemigo. En esta clase de guerras, los eufemísticamente llamados “daños colaterales” (entiéndase víctimas civiles), era un precio que los países estaban dispuestos a pagar y hacer pagar. Así hemos presenciado el arrasamiento de ciudades enteras, sólo con la finalidad de quitarle la voluntad de seguir (peleando) al enemigo. Pero, nos dice el autor, los tiempos han cambiado: los conflictos a escala industrial se han vuelto altamente improbables y hemos entrado a guerras que se desarrollan “en medio de la gente” (amongst the people), en las que actores subnacionales, que no son Estados, que muchas veces son organizaciones terroristas, se mimetizan en medio de las poblaciones.






Podemos denominarla guerra no convencional, irregular o asimétrica (esta última denominación no le gusta), pero es en donde están actuando los ejércitos occidentales, los que –he ahí su crítica- siguen actuando en esos conflictos con una mentalidad, organización y estructura de fuerzas, más ad hoc a las guerras industriales. De ahí sus problemas, ya que toda esa capacidad para aplicar la fuerza (convencional) no sólo es inútil sino además contraproducente si los civiles son los grandes afectados. Enfatiza: “La gente no es el enemigo. El enemigo está en medio de la gente y el propósito de cualquier fuerza militar u otro poder es diferenciar entre el enemigo y la gente, y ganarse a esta última, lo que lleva a decidir qué aproximación tomar, a decidir el método de operación”.

La semana pasada realcé el hecho de cómo el Estado peruano está usando la aproximación adecuada en el VRAE para minimizar las bajas civiles. Es obvio que nuestros líderes políticos y mandos militares han captado mejor la esencia del mensaje de Smith, que sus similares de Israel. Estos últimos –todo lo indica- no han aprendido las lecciones del fiasco de 2006 en Líbano, por lo que la (tremenda) aplicación de su fuerza terminará siendo (estratégicamente) inútil porque Hamas está en medio de la gente. Israel tiene el derecho a la legítima defensa, pero ha equivocado los medios y la proporción, y –creo– le ha puesto alfombra roja al ingreso de Al Qaeda a Gaza. Es sólo cuestión de tiempo.


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