Me he cuidado de no utilizar la frase “modernización
de las Fuerzas Armadas”, porque éstas son tan sólo un aspecto muy importante
del Sistema de Seguridad y Defensa Nacional. Constituyen el hardware
principal con el cual, partiendo de una decisión adoptada al más alto nivel de
decisión política (Consejo de Seguridad Nacional), por mandato constitucional
nuestro Estado podría ejercer la violencia física externamente (artículo 165°)
y eventualmente también en el ámbito interno (artículo 137°). Este cuidado se
deriva de mi conocida posición de apartarme de la corriente que señala que el
proceso de modernización implica primordialmente la compra de un caro hardware
de última generación, porque el existente ya cumplió su vida útil –razón
válida, pero insuficiente – o porque otros lo están comprando (a veces
exageradamente) y por ello hay que equipararlos.
¿Pero qué hay del software? La experiencia
histórica nos demuestra que aun no aprendemos que pese a tener desde 1979 un
Sistema de Defensa Nacional (Decreto Ley 22653 - que no incluía el más amplio
concepto de Seguridad-, modificado en 1987 y 1992, hasta el vigente de 2005),
cuando se le requirió actuar simplemente no funcionó, a veces en momentos que
el hardware era más que suficiente. El sistema no funcionó porque el
sector no puso énfasis en los aspectos legales complementarios,
organizacionales, no militares y doctrinarios del mismo.
1. Conflicto interno (1980-2006). Desde su inicio fue
uno de tipo asimétrico, siendo el problema que operacional, doctrinaria y
organizacionalmente, estábamos muy bien preparados para uno de tipo simétrico.
En los primeros 12 años, casi no se emplearon los aspectos no militares que el
sistema contemplaba. Medios materiales (helicópteros, por ejemplo) había;
efectivos en número, teníamos. Sólo la reacción doctrinaria que de abajo
(tácticamente) hacia arriba (operacional y estratégicamente) se inició en
1988-89, la creación del GEIN y el posterior marco legal, sentarían las bases
para la derrota del terrorismo.
2. Conflicto de Falso Paquisha (1981). Fue uno de tipo
focalizado, aunque con potencial de escalada, pero que puso de manifiesto
serios problemas doctrinarios (nos habíamos preparado para un conflicto
general, no para uno focalizado), de movilización y de interoperacionalidad.
3. Conflicto del Cenepa (1995). Pese al increíble
valor de nuestros soldados y pilotos – que al final estabilizarían el frente de
batalla -, fue un desastre en términos de inteligencia, de estado del hardware,
de software doctrinario atrasado, de interoperacionalidad y – salvo
contadas y muy honrosas excepciones - de competencia profesional en la
conducción estratégica y operacional de las acciones militares.
Hasta ahora, ni las FF.AA., el sector o el sistema han
analizado crudamente los problemas de software que en aquellas
instancias se presentaron. Eso es peligroso porque “error no reconocido, es
error repetido”. Más fácil es enfocar la discusión en la adquisición de nuevo hardware,
pero los dos primeros casos antes mencionados nos demuestran que, incluso el
estar armados hasta los dientes, no es garantía de eficiencia organizacional,
es decir, sectorial y sistémica.
(*) Alberto Bolívar. Diario La Primera. 31/Ago/06
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