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    Alberto Bolívar Ocampo. Politólogo. Profesor de Geopolítica en los Institutos Armados, el CAEN y la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.

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La Operacionalidad del Sector Defensa(*)






La semana pasada enfoqué mi análisis en los intangibles del sector, pero bien sean éstos (software) o los tangibles (hardware), su funcionamiento dependerá de la apropiada asignación de recursos presupuestales. En el caso de Defensa, es un hecho claro, conocido y reconocido, que aproximadamente el 95% de su presupuesto es destinado a gastos corrientes (entiéndase sueldos, luz, agua, teléfonos, etc.) y sólo el 5% restante va para el mantenimiento, adquisición y reparación de equipos, para el entrenamiento de personal, y así por el estilo.

Ello determina una dramática conclusión: en términos operacionales convencionales, las Fuerzas Armadas peruanas son virtualmente inexistentes. Casi todo el hardware adquirido entre 1966 y 1982 no se encuentra operativo por razones presupuestales o ya es obsoleto para la guerra moderna; lo que es más, parte de ese material (póngasele lo que se le ponga), tal es el caso de nuestros tanques T-55 o los aviones Sukhoi-22, sólo merece estar en un museo o destinado para reciclaje en la Fundición de Chimbote, como fue sostenido en esta columna el 24.10.05.

El pasado gobierno decidió los recortes presupuestales y de personal antes de tener una Política de Defensa que los justificara racionalmente en términos presupuestales, organizacionales y de estructura de fuerza, y sobre todo, para la eventualidad de tener que responder a los riesgos y amenazas que estuvieran contemplados en la misma. Dicho de otro modo, no hubo lógica para hacerlo, se hicieron las cosas al revés. Fue una lamentable – y hepática - decisión, motivada por la politización y hechos de corrupción acaecidos en el sector durante la década pasada,  que – he ahí el grave problema – por desgracia se traduce en el también virtual estado de indefensión en el que se encuentra el país. Actualmente, el Estado no puede cumplir con el mandato constitucional (artículo 163°) que “garantiza la seguridad de la Nación mediante el Sistema de Defensa Nacional” y  nuestras Fuerzas Armadas tampoco tienen cómo cumplir con su finalidad constitucional (artículo 165°) de “garantizar la independencia, la soberanía y la integridad territorial de la República”. Si se diera una grave situación de frente externo – algo que nadie en su sano juicio desea – simplemente no habría cómo respaldar materialmente gestión diplomática alguna y menos cómo responder en lo operacional, porque no hay con qué.

De acá surge el gran reto sectorial para el quinquenio que se inicia: cómo -con imaginación – encontrar las fórmulas que le permitan a nuestras Fuerzas Armadas recuperar un nivel aceptable de capacidades operacionales convencionales y, paralelamente desarrollar capacidades no convencionales (asimétricas, relativamente baratas), las que, en combinación, le puedan proporcionar al país una postura disuasiva real y creíble, hoy inexistente. Esto último nunca está de más, porque como decía Voltaire, “Dios es justo, pero prefiere los batallones mejor pertrechados.”


(*) Alberto Bolívar. Diario La Primera. 07/Set/06

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