De los riesgos y las amenazas: un marco teórico
Para el especialista canadiense Hal Klepak, es muy importante diferenciar entre qué constituye un riesgo a la seguridad nacional y qué una amenaza. Riesgo es aquella situación o hecho que tiene el potencial de eventualmente poder afectar negativamente los intereses de seguridad de un país. En cambio, una amenaza es aquella situación o hecho que, basados en una apreciación de inteligencia, se ha determinado que por parte de un actor estatal o no estatal, hay la intención manifiesta de afectar intereses vitales. Dicho de otra forma, un riesgo eventualmente podría devenir en amenaza. Dependerá, por un lado, de cómo se vaya configurando la intención hostil y, de otro lado, de la capacidad del sistema de inteligencia nacional para detectar – a tiempo – dicha intención.
A veces se llega a la determinación de la amenaza por el análisis de las capacidades materiales de la otra forma. Por ejemplo, la inteligencia peruana falló estrepitosamente entre 1991 y 1994 para, a partir del sólo análisis de las adquisiciones militares del Ecuador, inferir los cambios en su doctrina combativa y obviamente sus intenciones. Ambos se reflejarían en la gran sorpresa estratégica del Cenepa.
Otras veces, la amenaza se determina por las capacidades de recolección clandestina - el espionaje humano clásico conocido como Humint o el espionaje técnico, sea éste Sigint (señales), Comint (comunicaciones), etc. – que pudiera tener el sistema de inteligencia. Como una lamentable consecuencia de los excesos que en esta rama de la inteligencia se dieron en la década pasada, esas capacidades son actualmente casi nulas en nuestro país y poco es lo que se ha avanzado para reconstituir unas capacidades que funcionaron bien – es cierto – pero para lo que no debían.
En abril de 2002, pocas semanas después del atentado senderista en el centro comercial El Polo, el presidente Alejandro Toledo dispuso como primera medida en su presentación ante el pleno del Congreso: “La acelerada reconstrucción del Sistema de Inteligencia Nacional”. Esto nunca se dio. Lo que es más, muchos de los defectos de corrupción y mal uso de las capacidades de inteligencia de la década anterior se darían desde 2001 hasta 2004, llegándose incluso a bizarras situaciones como la sucedida en marzo de ese último año, cuando el jefe de contrainteligencia de la entonces Dirección Nacional de Inteligencia Estratégica (DINIE) - que venía a ser el órgano operativo del entonces Consejo Nacional de Inteligencia (CNI) - fue descubierto entregando informaciones a periodistas de oposición como parte de un complot contra el ministro del Interior Fernando Rospigliosi. El complot fue develado por la Dirección de Inteligencia del Ministerio del Interior. Fue una verdadera guerra de inteligencia al interior del gobierno de Alejandro Toledo, lapso durante el cual se sucederían ocho presidentes del CNI, inequívoca señal de que algo siempre anduvo mal en un campo tan importante para nuestra seguridad nacional.
En nuestro país, tradicionalmente la doctrina de las Fuerzas Armadas ha considerado como pre-requisito para iniciar el planeamiento de sus planes de contingencia (recordemos que no existen Hipótesis de Guerra con Chile desde 1986 y con Ecuador desde 1999), la determinación de amenazas. Esta tendencia a referirse sólo a la existencia de amenazas, ha persistido en el Libro Blanco de la Defensa Nacional del Perú (2005), documento oficial en el cual está contenida la Política de Estado para la Seguridad y la Defensa Nacional.
En su página 63, el Libro Blanco identifica dos clases de lo que considera son amenazas. Veamos:
Amenazas Externas
a) Las que podrían generarse si se intentaran aplicar en la subregión sudamericana doctrinas de seguridad incompatibles con la vigencia del derecho internacional.
b) Las que podrían surgir de crisis en función de escasez de recursos naturales de valor estratégico, tales como recursos vitales.
c) El terrorismo, el narcotráfico y la delincuencia internacional.
Amenazas Internas
a) Grupos terroristas y subversivos, contrarios al ordenamiento constitucional, que optan por la violencia.
b) Grupos radicales que promueven la violencia social y desbordes populares.
c) Delincuencia común organizada.
d) Tráfico ilícito de drogas.
e) Corrupción.
f) Depredación del medio ambiente.
Un cambio importante se produjo con la dación, por parte del Congreso, de la Ley 28664 del 29 de diciembre de 2005, publicada el 4 de enero de 2006, Ley del Sistema de Inteligencia Nacional (SINA) y de la Dirección Nacional de Inteligencia (DINI). Este dispositivo legal sí considera en su artículo 3° a “las amenazas y riesgos actuales y potenciales, que puedan afectar la seguridad nacional y el ordenamiento constitucional de la República”.
¿Por qué es importante el buen manejo conceptual de lo que constituye un riesgo y lo que constituye una amenaza? Porque cuando a todo lo denominamos “amenaza” – máxime cuando sabemos que desgraciadamente el SINA no funciona -, corremos el riesgo (valga el uso del término) de tomar una apresurada y poco sustentada decisión y a realizar un también apresurado planeamiento que va a significar un alto costo presupuestal. Si, pese a no tener la inteligencia precisa, decimos que tal situación es una amenaza, entonces quiere decir que estamos ante un peligro inminente (en su Estrategia de Seguridad Nacional de 2002, los estadounidenses se refieren a esto como a clear and present danger) que debe ser afrontado ya, de inmediato. Es lo que le pasó a estos últimos para decidirse a invadir Irak en marzo de 2003.
Es importante que volvamos al Libro Blanco. Dentro de las Amenazas Externas, incluso por la forma como han sido redactadas, uno puede inferir que las dos primeras no son amenazas sino riesgos. En a) se están refiriendo a la posibilidad de que se apliquen en Sudamérica doctrinas y concepciones de seguridad como la mal llamada Doctrina de la Guerra Preventiva. Digo mal llamada porque si revisamos la importante obra del pensador estratégico francés André Beaufré, Disuasión y Estrategia (Editorial Pleamar: Buenos Aires,1980), para distinguir entre ataque preventivo y ataque preemptivo.
En la página 39, el autor hace la distinción: un ataque preventivo se da cuando existe iniciativa completa por parte del agresor, es decir, cuando no media una escalada de tensiones. En los últimos 66 años sólo se ha dado un caso, que es el absolutamente sorpresivo cruce norcoreano del paralelo 38 el 25 de junio de 1950. En cambio, el preemptivo se da cuando se trata de prevenir una iniciativa enemiga que se estime inminente, tal fue el caso de la Guerra de los Seis Días en 1967. Había tensiones entre los países árabes e Israel y como la inteligencia de este último tuvo conocimiento que iba a ser atacado la primera semana de junio, decidió anticiparse y atacar primero el día 5. En el antes citado documento estadounidense de 2002, se indica que ante la posibilidad de una amenaza se podrá actuar preemptivamente para impedir la materialización de la misma. Este fue el sustento doctrinario para invadir Irak, aduciendo la existencia de armas de destrucción masiva que se estimaba “pronto estarían operativas”.
En este punto, nuestra inteligencia – es obvio – que no tiene las capacidades humanas y técnicas para conocer si existe intención alguna por parte de Washington, para intervenir en Sudamérica, por ejemplo, aduciendo que las plantaciones de coca constituyen una amenaza a su seguridad, que pronto los cocaleros serán demasiado fuertes y que por ello es menester actuar ahora in situ. Claro que teóricamente, el riesgo está, mas no constituye una amenaza en el sentido de que una acción de ese tipo sería inminente.
Y en b), también por la forma como ha sido redactada, están implícitos el riesgo y la mención a recursos naturales como el agua y el gas natural de los que, sabemos, carece Chile, tal como veremos un poco más adelante.
El resto de amenazas externas e internas consignadas en ese documento oficial sí pueden catalogarse como tales porque son una realidad que nos afecta negativamente, en algunos casos desde hace décadas, como son los casos del narcotráfico y el terrorismo, por citar dos casos puntuales.
La anterior administración, inexplicablemente desde el inicio puso a Chile como nuestro principal referente de política exterior, sin tomar en cuenta que una simple mirada al mapa nos indicaba que Perú y Brasil son los ejes centrales interoceánicos naturales, respecto a la –hoy debilitada- Comunidad Andina y el MERCOSUR, en sus potenciales proyecciones hacia la Cuenca del Pacífico; que desde la Cumbre Presidencial Sudamericana de Brasilia el 2000, ese país quedó reconocido como el principal referente político y estratégico del subcontinente, tanto así que busca representarlo con un asiento permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU; que junto a Rusia, India y China –el ahora llamado BRIC-, ya se le vislumbraba como una de las grandes potencias económicas del siglo XXI. No obstante esas claras evidencias geopolíticas, inexplicablemente fue el presidente Ricardo Lagos y no el presidente Henrique Cardoso del Brasil, quien permaneció tres días en visita oficial, recién inaugurada esta administración. ¿Por qué el sistema de inteligencia y Torre Tagle no advirtieron a Toledo de las múltiples aristas que contenía la relación con Santiago? Veamos: 1. El tema de la solución a la anomalía limítrofe marítima. 2. El creciente armamentismo chileno, anteponiéndose al triste casi ruego peruano por frenarlo. 3. La carrera por atraer la exportación del gas boliviano, fuera por Ilo o por Patillos. 4. La competencia entre los puertos peruanos y chilenos. 5. La mediterraneidad de Bolivia.
La primera gran desavenencia pública vino cuando Toledo se molestó porque Santiago había confirmado la compra de 10 cazabombarderos F-16 en los Estados Unidos, por un valor de US $ 660 millones. Claro que en ese momento (2002) ni nos imaginábamos que tres años más tarde adquirirían en Holanda otros 28 F-16, de segunda mano (los primeros 6 fueron recibidos por Bachelet el último 9 se septiembre). La molestia fue porque con total falta de sentido de la realidad, Toledo quería que Chile sólo comprase “armas defensivas”. ¿Cuál es la diferencia entre un arma ofensiva y una defensiva? En términos simples, depende de cómo le vaya a uno en la guerra. Si le va mal y está en retirada, sus armas ofensivas ya se convirtieron en defensivas.
Además de irreal, la propuesta de Toledo era ridícula. Bastaba leer el ilustrativo artículo “La Disuasión Convencional”, escrito por el Brigadier ® Jaime García Covarrubias del Ejército de Chile, en la edición hispanoamericana de la revista estadounidense “Military Review” de Marzo-Abril 2001, en el que señalaba sin ambages: “La primera capacidad que deben tener las FF.AA. para lograr rasgo disuasivo, es capacidad ofensiva. En efecto, la disuasión en términos concretos es la factibilidad potencial de emplearse ofensivamente, causando como mínimo efecto, ´daño´ a infraestructura vital del adversario. De esta forma, se les reconocerán las consabidas capacidades de ´represalia´ y de ´respuesta´ al año infligido. Por ello, las fuerzas deberán contar con el material necesario y suficiente, de manera que su sola existencia, refleje aptitud e intención ofensiva. Asimismo, la organización y el balanceamiento de las fuerzas deben indicar la capacidad que mencionamos.” Pero a continuación viene lo más revelador del artículo de García Covarrubias cuando dice: “Entre el material con que deben contar unas FF.AA. que esperan tener rasgo disuasivo, se encuentran los blindados e infantería mecanizada, aviones de un radio de acción tal que sean capaces de batir objetivos a distancia, y buques con capacidad de ataque y destrucción. Todos, ingenios netamente ofensivos”. Como podrá haber apreciado el lector, mientras el Perú se desgañitaba hablando de comprar sólo “armas defensivas”, Chile compraba armas claramente ofensivas.
Otro punto ilustrativo es cuando se refiere al concepto estratégico chileno: “Rápido, Fuerte y Lejos”. Es decir, las armas ofensivas para usarlas rápido, fuerte y lejos, en ofensivas tipo blitzkrieg (guerra relámpago), algo que no es nada nuevo en su doctrina. Revisando mis archivos, encontré el recorte de una noticia publicada en el diario Correo de Lima el sábado 21 de mayo de 1983: “Chile Está Listo Para Guerra Relámpago Contra Argentina”. Un despacho de la agencia ANSA desde Buenos Aires, informaba que la inteligencia argentina había obtenido informes sobre los planes del Ejército chileno para que, en caso de un conflicto entre ambos países, estar en condiciones de ocupar territorio argentino al sur de Buenos Aires en un avance relámpago de una semana: la Patagonia hasta Bahía Blanca – 700 kilómetros al sur de la capital - e incluso localidades en las cercanías de Mar del Plata.
¿Por qué compra armas Chile? La pregunta es redundante porque nunca dejó de comprar y jamás dejará de hacerlo. Así de simple.
Recuerdo que la primera vez que leí algo sobre el tema fue en el libro Chile prepara otra guerra (1970) de Eleodoro Ventocilla, en el que denunciaba la compra de armas por 250 millones de dólares en 1968. Debe tomarse en cuenta que desde 1943 las fuerzas armadas de ese país cuentan con ingresos extraordinarios por la Ley Reservada del Cobre, que les otorga el 10% del producto de las exportaciones de ese metal (US $ 750 millones en 2005 y un aproximado de US $ 1,500 millones para el presente año, tema que se ventiló públicamente durante la masiva y extensa protesta escolar, a dos meses de inaugurado el gobierno de Michelle Bachelet).
Siendo Comandante General del Ejército de Chile, Augusto Pinochet viajó a Moscú en enero de 1973 y concretó la compra de, entre otros equipos y sistemas de armas, 350 tanques T-55, tal como lo reveló el general retirado de la KGB Nikolai Leonov – quien en ese entonces dirigía la Sección Latinoamericana de esa agencia de inteligencia- en "Traición en Santiago", documental propalado hace tres años por The History Channel. Ese material estaba en medio del Océano Pacífico cuando se da el golpe de estado del 11 de septiembre, motivo por el cual la inteligencia soviética recomienda que fuera ofrecido con grandes facilidades de pago a "otro país", es decir, al Perú. En otras palabras, no importa el signo ideológico del gobierno ni que sea dictadura o democracia, los chilenos nunca descuidaron su defensa nacional.
La abrumadora superioridad peruana, obtenida con armas soviéticas que inicialmente estaban destinadas a Chile, lo obligan a acelerar sus compras entre 1975 y 1977, adquiriendo sus cazas F5-E y Mirage-50 en EE.UU. y Francia, respectivamente. En 1977 se da la enmienda Kennedy-Edwards, que prohibe la venta de armas a Chile por violaciones de derechos humanos. Comienzan a comprar en otros mercados "no tradicionales" como Sudáfrica, Israel y Taiwán, además de incentivar el desarrollo de la industria militar nacional, cuyo máximo exponente serían las industrias Cardoen. La prestación de servicios estratégicos a Gran Bretaña en el conflicto Falklands/Malvinas también les supuso ser recompensados posteriormente con navíos de guerra baratos. En otro gran logro tecnológico interno, a fines de los ochenta pudieron modernizar su flota de cazas.
El proceso de depreciación estratégica en el que caemos desde 1989 hace que en poco tiempo se rompa el equilibrio estratégico. Interrogado Pinochet por un grupo de periodistas cuando el conflicto del Cenepa en 1995 para que compare las capacidades militares de Chile y Perú, responde: "Mejor pídanme de Chile y Madagascar". Sobran los comentarios.
A mediados de los noventa adquieren un avión AWACS – el “Cóndor” - en Israel por US $ 50 millones (lo que les permite controlar, interferir e interceptar todo el espectro electromagnético en 600 kilómetros a la redonda de donde se le ubique, habiendo recientemente convocado a licitación internacional para la compra de un satélite para uso civil y militar) y en agosto de 1997, cuando Clinton levanta la prohibición de vender armas sofisticadas a la región y así poder ofrecer los F-16, hay sorpresa en círculos especializados porque incluso sin esos aviones, ese país ya estaba en condiciones de enfrentar y derrotar simultáneamente a sus tres vecinos. "Sería una pequeña operación ´Tormenta del Desierto´, ni siquiera se darían cuenta qué les pasó por encima", me manifestó un especialista estadounidense.
Siempre con una lógica de interoperacionalidad, por esa misma época empezaron a interesarse en los - ya adquiridos - tanques Leopard-I (pronto a ser reemplazados por Leopard-II de segunda mano en Holanda). Decidieron renovar también su Armada, lo que concretan con los submarinos Scorpene, las fragatas usadas holandesas y británicas, y los misiles Harpoon.
Con los Scorpene, en caso de un conflicto, la flota peruana no podría salir a navegar, repitiéndose – en versión convencional – el mismo efecto que la presencia de dos submarinos nucleares británicos tuvo sobre la flota argentina durante la guerra de las Malvinas/Falklands en 1982. Los buques de superficie chilenos están dotados de misiles superficie-superficie y antiaéreos, así como de extraordinarias capacidades de guerra electrónica y antisubmarina. Los 350 Leopard-I y II, más otros 400 blindados ligeros de varias clases, les permitiría estar en condiciones de realizar una gran ofensiva terrestre apoyada por su Fuerza Aérea y su artillería de largo alcance. Muy importante también es que desde el punto de vista organizacional y doctrinario, para el año 2010 –año de su Bicentenario -, sus FFA.AA. alcanzarán el estándar militar OTAN, con lo que estarán en condiciones de interoperar con cualquier fuerza armada de la alianza atlántica.
¿Pero, por qué siguen comprando? No habían pasado 2 meses de la a todas luces auspiciosa visita del entonces presidente electo Alan García a Chile, ni una semana de la visita de la presidenta Bachelet a Lima para la toma de mando de García, de haber sido invitada de honor en la parada militar – en la que entonó nuestro Himno Nacional -, cuando el 2 de agosto se informaba desde Santiago que su país había comprado al consorcio europeo EADS misiles antiaéreos Sea Wolf 2 y antibuques Exocet SM-39 (la Armada de Chile admitió la compra, pero no quiso precisar, aduciendo razones de seguridad, la cantidad ni el precio del armamento; preguntándonos: ¿dónde quedó la tan citada “transparencia”?), además de admitir también que estudia “con interés” la compra de cuatro aviones radar o de alerta temprana E-2C Hawkeye, se segunda mano, a los EE.UU.
Poco después que nuestros flamantes ministros de Relaciones Exteriores y Defensa dieran una serie de declaraciones en las que reconfirmaban la voluntad de la actual administración para recomponer las relaciones entre los dos países, el General Oscar Izurieta, Comandante General del Ejército chileno, declaraba el sábado 5 de agosto a El Mercurio: “Seguramente va a aumentar la inversión chilena en el Perú (de hecho, fue de US $ 270 millones en el primer semestre de este año), pero mi mero instinto político estratégico me dice que algún desencuentro, alguna diferencia vamos a tener.” Estas expresiones – claras, concretas y concisas – las interpreto como un baldazo de realismo dirigido – por si acaso- a su presidenta y a nuestros ministros José Antonio García Belaunde y Allan Wagner. No expresa más que una forma de pensar que no ha variado un ápice desde 1989 a la fecha y que a su vez representa cómo piensan sectores importantes en Chile.
En ese año, el entonces Teniente Coronel Oscar Izurieta Ferrer sustentó una tesis conjunta con el Coronel Juan C. Salgado Brocal para optar al grado académico de Magíster en Ciencia Política, con mención en Relaciones Internacionales, en la Pontificia Universidad Católica de Chile. ¿El título? “Las Relaciones Bilaterales Chileno-Peruanas Contemporáneas: Un Enfoque Realista”, que como parte de la Biblioteca Militar sería publicada en 1992 por el Departamento Comunicacional de la Comandancia en Jefe del Ejército de Chile. Una de sus conclusiones (página 226) es que “el armamentismo peruano, especialmente entre 1968 y 1980, que llevó a ese país a configurar un poder militar sobredimensionado de carácter ofensivo (el subrayado es nuestro), el que representa hasta hoy una seria amenaza para Chile, más aun dentro del complejo cuadro del ambiente contiguo” (por esto último se refiere a Ecuador y Bolivia.)
¿Cambiando los nombres no podríamos hoy referirnos en los mismos términos a las exageradas y constantes compras militares chilenas?
Lo cierto es que implícitos en las palabras de Izurieta están algunos hipotéticos escenarios de tensión bilateral:
a) Reanudación de las tensiones Lima-Santiago por el tema de la delimitación marítima
b) El otorgamiento por parte de Chile a Bolivia de un corredor – no sabemos si totalmente soberano – al norte de Arica, paralelo a la Línea de la Concordia y una respuesta negativa del Perú, amparándose en el artículo 1° del Protocolo Complementario al Tratado de 1929.
c) La agudización de los problemas energéticos chilenos – gas – y presiones a Perú y Bolivia para que satisfagan sus necesidades.
d) La dinamización y fortalecimiento del sur peruano – en detrimento del norte chileno - como consecuencia de la interoceánica sur, el proyecto Sierra Exportadora, el mega puerto en Tacna y la zona franca de Puno.
Paradójicamente, es en el campo económico y comercial que las relaciones peruano-chilenas van muy bien:
- Balanza comercial favorable a nosotros el 2005: exportamos productos a Chile por un total de US $ 1,124 millones e importamos US $ 644 millones.
- Inversiones chilenas por US $ 4,500 millones.
- La reciente aprobación de un Tratado de Complementación Económica entre los dos países.
- Probable reingreso de Chile a la CAN.
Esto quiere decir que para sectores de la sociedad chilena – empezando por sus FF.AA. – subsisten percepciones de riesgo y amenaza que, pese a los avances en el campo antes mencionado, tienen más peso al momento de conducir las relaciones bilaterales.
En 1996, la especialista estadounidense Wendy Hunter dio a conocer en su estudio State and Soldier in Latin America: Redefining the Military´s Role in Argentina, Brazil and Chile (publicado por The United States Institute of Peace, que es un organismo oficial de ese país), un hecho revelador: citó en la página 29 a un oficial del ejército de su país, que pidió no ser identificado, y que en 1992 había participado en ejercicios conjuntos con el ejército chileno, quien le señaló que “los oficiales chilenos estaban obsesionados por pelear una guerra”. Lo preocupante es que los oficiales con los que debe haber interactuado el estadounidense, hace 14 años debían estar en el rango de tenientes coroneles y coroneles, es decir, que en la actualidad varios de ellos ya deben ser generales.
Desde hace 20 años los altos mandos militares de Perú y Chile se reúnen, supuestamente como “medidas de fomento de la confianza”, es decir, reducir esas percepciones de riesgo y amenaza. Pregunto: ¿en estas dos últimas décadas ha dejado Chile de comprar armas? ¿Ha disminuido su presupuesto militar? La respuesta es NO (así, en mayúsculas). No lo ha hecho y – no seamos necios – jamás dejará de hacerlo.
La verdad es que las percepciones de riesgo y amenaza que en subsisten en el vecino del sur – para estar a tono con las palabras de Izurieta – son totalmente irreales porque en el campo estratégico y militar, más débiles que ahora, jamás hemos estado. Puesto de otro modo: no representamos una amenaza militar para Chile ni para nadie. El problema estriba en que para ellos, parece que sí lo seguimos siendo.
Situación de las Fuerzas Armadas peruanas
En términos operacionales convencionales, las FF.AA. peruanas son virtualmente inexistentes. De darse un conflicto externo, no tendrían cómo apoyar materialmente gestión diplomática alguna y menos cómo afrontarlo operacionalmente, simplemente porque no hay con qué. Todo el parque militar comprado entre 1966 y 1982, y en 1996 se encuentra obsoleto para la guerra moderna o simplemente inoperativo por falta de fondos para su mantenimiento, reparación y modernización. Es lo que el ministro de Defensa Allan Wagner públicamente reconoció el 7 de agosto pasado.
¿Cuántos tanques T-55 tiene operativos el EP? Con suerte, 50 y póngaseles lo que se le ponga no tendrían oportunidad alguna contra – digo, es un decir - los Leopard-I y II chilenos. ¿Cuántos helicópteros operativos tiene la Aviación del EP? De los 26 MI-17, sólo uno.
Según el analista estadounidense Daniel Brousek de la agencia UPI, citado en La Razón del 5 de agosto pasado, el 77% de los aviones de la FAP no está en condiciones de combatir, en una época en que las victorias en las guerras están garantizadas para quienes cuentan con una poderosa flota aérea. Señala Brousek que de las 113 aeronaves con las que cuenta, sólo 26 pueden entrar en combate ¿Cuántos de los 12 Mirage-2000 están operativos? Tres. ¿Cuántos de los 19 Mig-29? Cuatro. ¿Cuántos de los Sukhoi-25? Cinco. ¿Cuántos de los 14 helicópteros MI-17? Cuatro. ¿Y de los helicópteros blindados MI-25? Ninguno. ¿Cuántos Sukhoi-22? Dos. Se habla también de la probable firma de un convenio con Francia para repotenciar los Mirage-2000. La pregunta que muchos expertos se hacen es: ¿debemos dedicar recursos al mantenimiento de un tipo de avión tan caro o enfocarnos en los Mig-29 y Sukhoi-25?
Según ese analista, en nuestra Armada, la remotorización de las 6 corbetas sólo alcanzó a dos unidades. Todos nuestros submarinos requieren de una modernización y de la instalación de misiles antibuque. Siempre debemos tener en cuenta que nuestra Fuerza de Submarinos siempre fue lo verdaderamente disuasivo respecto a Chile en el mar.
¿Qué hacer?
Son varios los pasos y decisiones por tomar:
- aunque parezca redundante, que exista la decisión política para iniciar el proceso de recuperación de las capacidades operacionales convencionales
- que las FF.AA., de forma conjunta y basándose en la política de seguridad y defensa nacional, diseñen un plan razonable y factible de repotenciación, modernización e incluso de adquisiciones de equipos, teniendo en cuenta la realidad fiscal del país, aunque me temo que los US 650 millones que en cinco años se espera gastar para este propósito, van a ser insuficientes
- que las FF.AA. diseñen una doctrina de estrategia disuasiva basada en los principios de la guerra asimétrica, privilegiando el uso de tácticas y sistemas de armas imaginativos, no convencionales, baratos, pero altamente letales
- que verdaderamente funcione el Sistema de Inteligencia Nacional
- que se vean formas imaginativas para incrementar el exiguo Fondo de Defensa Nacional
- para ver la forma de lograr un mínimo de autoabastecimiento y establecer los lineamientos que permitan la concertación prioritaria de la industria privada con la defensa nacional, rescatar a la poca conocida Concertación Industrial para la Defensa Nacional (CONCIDE), creada mediante Decreto Supremo N° 067-82-ITI-IND, Reglamento del Capítulo VI de la Ley N° 23407, a su vez reglamentada por Resolución Suprema N° 056-83-ITI-IND
- proponer la ampliación del convenio firmado el 2005 con la Federación Rusa que contemplaba la repotenciación sólo de helicópteros y aviones de transporte, también a los Mig-29 (Olvidémonos de los Sukhoi-22, son piezas de museo)
- revertir el déficit del componente humano de nuestro poderío militar, modificando la Ley del Servicio Militar Voluntario para atraer personal en base a los incentivos pecuniarios, educacionales y de prestaciones familiares de salud que se ofrezcan.
Ante el innegable riesgo que representan las compras militares chilenas, a nuestro país no le queda sino – he ahí el gran reto del sector Defensa para el quinquenio que se inicia – buscar con imaginación las fórmulas que le permitan a nuestras Fuerzas Armadas recuperar un nivel aceptable de capacidades operacionales convencionales y paralelamente desarrollar capacidades no convencionales (asimétricas, relativamente baratas), que en combinación le puedan proporcionar al país una postura disuasiva real y creíble, hoy inexistente. Es lo más realista y prudente que podemos y debemos hacer.