En la última reunión del presidente Alan García con la mayoría de los llamados presidentes regionales (deberían elegirse gerentes regionales) se acordó avanzar hacia un paulatino proceso de macrorregionalización, es decir, la resultante de la unión de dos o más entidades políticoadministrativas. Esto, en vista del obvio fracaso – uno más – de una necesaria reconfiguración geoadministrativa que ya constituye un tema de seguridad nacional porque es lo único que va a impedir que fuerzas centrífugas como el centralismo, la incompetencia administrativa y nuestra topografía (además del influjo de ideologías secesionistas), terminen por convertir en inviable a nuestro país.
Presionado por las fuerzas del interior y el Partido Aprista, al asumir el gobierno, el presidente Alejandro Toledo comete el error de convocar a elecciones regionales, no sólo para el tan cercano plazo de noviembre de 2002, sino que además lo hace sin una propuesta de Ley de Bases de Regionalización que tuviera los mecanismos jurídicos, administrativos y en la forma de incentivos presupuestales para poder encaminar a los 24 departamentos (porque eso es lo que en verdad eran y lo que en términos efectivos realmente son) hacia una necesaria macrorregionalización. El tener 24 “regiones” es, desde un punto de vista geopolítico, una aberración mayúscula. A lo más, deberíamos tener 8 ó 9 sólidas entidades políticoadministrativas unidas por vínculos históricos y geoeconómicos (y de preferencia transversales), que visen la consecución de lo que el maestro Emilio Castañón Pasquel denominaba Sistema de Eficiencia Colectiva, algo que en cierta forma se había logrado en nuestro pasado: durante el Imperio Incaico con sólo 4 macrorregiones (los 4 Suyos) y durante la Colonia con 8 macrorregiones (las 8 Intendencias), como efectivamente lo demostró hace 115 años José Román de Idiáquez en su Prospecto sobre Demarcación General del Perú (Lima, Imprenta del Estado, 1893; libro del que sólo existe un ejemplar en a Biblioteca Nacional y que debería volverse a editar.)
Lima, más que una macrorregión, es un país en sí mismo. Un país que los otros 23 componentes no pueden ni superar ni contrapesar. Ese equilibrio geopolítico que antes tuvimos entre el centro y su periferia, podemos recuperarlo si tendemos hacia la macrorregionalización como OBJETIVO NACIONAL.
Las 3 carreteras interoceánicas (una vez saneados sus tremendos problemas) y los proyectos privados de construcción y recuperación de ferrovías, serán claves para que las nuevas entidades macro sean a su vez viables por la felíz consecuencia de un geométrico aumento de sus índices geoviales internos que les permitirán orientarse en dirección hacia sus similares, así como hacia nuestros puertos (para esto tendríamos que diseñar una geoestrategia de puertos de la que – increíblemente – aun carecemos; es que simplemente no sabemos qué hacer con ellos), y hacia el hinterland sudamericano (especialmente el Brasil), como complemento a nuestra participación en el megaproyecto IIRSA.
(*) Alberto Bolívar. Diario Expreso. 10/Abr/08
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