Mucho me alegró saber que la película del mismo nombre - lo mejor que he visto del cine nacional - está preseleccionada para competir en la categoría de mejor película extranjera en el Oscar 2006. Dicho filme refleja de una manera cruda y veraz la problemática de aquellos valientes que alguna vez nos defendieron en las serranías de Ayacucho o en las selvas del Huallaga o el Cenepa: desesperanza y depresión ocasionadas por la indiferencia, el olvido y a veces el rechazo de la misma sociedad a la que defendieron.
El Estado, - salvo lo último que hizo el ministerio del Interior adquiriendo prótesis para policías discapacitados - generalmente se desentiende del problema, en especial para atender las necesidades de recuperación física y mental, vivienda, trabajo o estudio de precisamente aquellos que perdieron una parte de sus cuerpos por defendernos y ahora son peruanos discapacitados, resignados a ser rechazados como lo es la mayoría de discapacitados en nuestro país.
¿Por qué tanta ingratitud con aquellos policías, soldados, marinos y ronderos que empuñaron las armas para defendernos? ¿Es que el pueblo y el Estado no saben que en otros países existen instituciones que se encargan de atender la recuperación y la salud física y mental de sus veteranos, discapacitados o no, de encontrarles becas de estudio y puestos de trabajo? ¿Por qué no existe algo similar en el Perú después de un cuarto de siglo en el que tuvimos dos conflictos internacionales y una guerra interna que aun no termina?
Recuerdo que hace unos años el cómico Carlos Alvarez y El Comercio algo hicieron en este sentido. Desgraciadamente fueron esfuerzos individuales. Ni el pueblo, ni la sociedad civil, ni el Estado se movilizaron para sentar las bases de una muestra de gratitud colectiva para con nuestros veteranos.
Propongo: 1. Que Defensa, Interior y la Comisión de Defensa del Congreso vean la forma de crear la Administración Nacional de Veteranos. 2. Que un dinero del Fondo de Defensa Nacional sea destinado para construir un Hospital de Veteranos y la compra inmediata de prótesis y sillas de rueda. 3. Que ya no se compren autos de lujo, sino normales, para los oficiales superiores y generales y que lo ahorrado alimente este esfuerzo. 4. Que los miembros de la CONFIEP ofrezcan puestos de trabajo a los veteranos discapacitados. 5. Que se movilicen las ONGs de derechos humanos (ahora las quiero ver en dedicada actividad). 6. Que la sociedad civil organice una gran colecta nacional y una teletón para recaudar fondos.
Que no terminen como don Ambrosio Salazar, legendario guerrillero de la Campaña de La Breña y conocido en los libros de historia como el Vencedor de Sierralumi. La muerte lo sorprendió pobre y olvidado mientras vendía huachitos en las calles de Lima. Unamos esfuerzos, no politicemos el tema y hagámoslo por ellos, por nuestros muchachos. Es lo menos que pueden hacer un pueblo y un Estado que se precien de ser agradecidos.
Alberto Bolívar. Diario La Primera, 14/Nov/05
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