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    Somos un grupo de investigación en temas de Seguridad y Defensa Nacional.

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    Alberto Bolívar Ocampo. Politólogo. Profesor de Geopolítica en los Institutos Armados, el CAEN y la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.

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Geopolítica, des-regionalización y movimientos de protesta(*)




Alberto Bolívar. Revista del Centro de Altos Estudios Nacionales, 2009.

Según el brasileño Everardo Backheuser, la geopolítica es la ciencia política orientada en armonía con las condiciones geográficas".(1) Esto quiere decir que implica el uso de los instrumentos del poder – en la forma del gobierno de un país – para que, en base a las particulares características o condiciones geográficas de la entidad política materia del análisis, esta pueda maximizar sus elementos potenciales – sean estos tangibles o intangibles – con la finalidad de incrementar su poder nacional y con éste su correspondiente estatura estratégica, la que es según Kent vendría a ser “la suma total de los medios, suaves y rudos, que posee un país, a lo cual debe agregarse su voluntad de emplearlos y su pericia en usarlos.” (2) Esto último le permitirá situarse mejor en la estratificación real de un sistema internacional que se basa principalmente en las relaciones de poder.

Señala con acierto Morgenthau que “la política internacional, como toda política, es una lucha por el poder. Cualesquiera que sean los objetivos últimos de la política internacional, el poder es siempre el objetivo inmediato (...) Siendo la aspiración por el poder el elemento que distingue la política internacional, como toda política, la política internacional es necesariamente una política de poder.” (3)

Dentro de esta realidad, queda totalmente mediatizado el Derecho Internacional porque cada actor buscará el avance, defensa y promoción de sus intereses (nacionales), siempre con la finalidad de acumular más poder; muchas veces aun a costa de las normas internacionales. Esto se hace más evidente en el caso de los actores que detentan un mayor poder nacional y por esta misma razón una mayor estatura estratégica.

Dicen Padelford y Lincoln:

Fundamentalmente, la fuerza obligatoria del

Derecho Internacional descansa en el consenso

de valores o intereses compartidos que generan

voluntad de los Estados para observar su

cumplimiento. Cuando consideran que su interés

se sostiene con la ley, lo harán. Cuando crean que

su supervivencia nacional o independencia están en

juego, o que su seguridad e intereses demandan

actuar en contravención de la ley, la ignorarán o

despreciarán. (4)

Ergo, a mayor poder nacional, mayor estatura estratégica y a mayor estatura estratégica, mejor posicionamiento y (relativa) mayor libertad de acción para un Estado al interior del sistema internacional. Es por ello que bien podemos afirmar que la política de poder (la power politics a la que se refería Morgenthau) se afianzó en las dos últimas décadas, como consecuencia de dos hechos históricos:

1. La desaparición de la Unión Soviética en diciembre de 1991, que dio lugar a la unipolaridad, a la existencia de una sola superpotencia – los Estados Unidos - actuando en el sistema internacional sin contrapesos globales, y que todo lo indica, no los tendrá aun. La Unión Europea no sólo no lo es, sino que tampoco quiere serlo, y China Popular, no por lo menos hasta el año 2030.

2. La reacción de los Estados Unidos – durante la presidencia de George Bush (hijo)- a los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001, traducida en la maximización de la unipolaridad (en términos casi exclusivamente militares) y la virtual pulverización (o por lo menos casi total relativización) de las normas y principios de Derecho Internacional, así como la neutralización del régimen de Seguridad Colectiva. Debe reconocerse que la nueva administración de Barack Obama está tratando de revertir una política exterior, que si bien (aparentemente) demostró que tenía un gran poder nacional, le quitó autoridad y minó considerablemente sus capacidades de atracción y de convencimiento, es decir, minó lo que Nye denominó el soft power o “poder co-optativo”, que a diferencia del hard power o “poder de mando” (que incluye la coerción), puede ser más importante al momento de buscar apoyos – los que incluso pueden traducirse en alianzas militares – para una determinada agenda internacional. Es lo que el presidente George Bush (padre) logró a fines de 1990 para organizar una coalición política y militar de 28 países que terminó liberando a Kuwait de la ocupación iraquí. (5)

Lo que trato de decir es que el mundo se ha convertido en un lugar cada vez más peligroso, en el que las principales garantías de los actores con menor estatura estratégica - el Derecho Internacional y el régimen de Seguridad Colectiva amparado por la Carta de la Organización de las Naciones Unidas - se encuentran totalmente en crisis. Es por ello que en términos reales bien puede afirmarse que cada Estado-Nación tendrá que contar solamente con sus medios tangibles e intangibles (poder nacional) para hacer frente a situaciones que afecten su seguridad nacional, como pueden ser reclamos de tipo territorial, apetencias externas por recursos naturales como agua o energía, o por alimentos, etc. De ninguna manera puede afirmarse que los mecanismos legales internacionales y de Seguridad Colectiva, de todos modos y efectivamente garantizarán sus derechos (sean estos políticos, territoriales, económicos o culturales.)

Esos medios los obtendrá de modo suficiente un Estado-Nación, sólo si es capaz de convertirse en lo que el maestro Emilio Castañón Pasquel denominaba sistema de eficiencia colectiva: a partir de una armonización – con sentido estratégico – de sus elementos más permanentes: los geográficos, los que además condicionan – no determinan – sus orientaciones en materia de políticas de desarrollo nacional y en términos de políticas exterior, y de seguridad y defensa nacional, respectivamente. No en vano escribió Napoleón en una carta de 1804 que “la política de todos los Estados está basada en su geografía.” (6)

Dice Castañón Pasquel:

Querer desentrañar el carácter y calidad de aquella eficiencia exige iniciar la observación del caso mediante un análisis especial, de carácter “espacial.” (7)

Si analizamos nuestra historia (incaica y colonial) y nuestra geografía enmarcada en el contexto estratégico regional, constataremos que contemporáneamente (en la época republicana), en teoría deberíamos tener una estatura estratégica mayor a la que actualmente detentamos por razones extraídas desde el punto de vista físico-geográfico o espacial:

a) Somos un país grande, el tercero en extensión en América del Sur, después de Brasil y Argentina.

b) Somos – junto con el Brasil - un país situado en una ventajosísima posición central, respecto a los países de los conos norte y sur del sub-continente, con potencial de proyección a la Cuenca del Pacífico en general y de hegemonía en el cuadrante sudoriental de la misma (en clara competencia geopolítica, neoeconómica y comercial con Chile.)

c) Somos un país (potencialmente) muy rico.

d) Somos un país sub-poblado (el problema es que estamos muy mal distribuidos, como se verá más adelante.)

Por tanto, es válido preguntarse: ¿Si desde el punto de vista físico-geográfico todo esto es tan cierto, por qué estamos tan mal? ¿Por qué los vergonzosos índices de pobreza en más de un tercio de nuestra población? ¿Por qué nuestra estatura estratégica es muy inferior a la de países más pequeños, con menos población y (muchas) menos riquezas como Chile? ¿Por qué tanto descontento en la Sierra y en la Selva, lo que a su vez se traduce en continuas protestas (muchas de ellas verdaderas asonadas), organizadas por movimientos (de protesta) cada vez más radicales y que también cuentan con influencia y financiamiento externos?

Muy sencillo: porque aun no caemos en la cuenta que la geografía es neutra y que de nada sirve, como en el caso peruano, tener una gran extensión de territorio, tener tantas riquezas potenciales, pero sobre todo tener una posición central tan ventajosa - esa "plusvalía natural" (8) -, si es que de parte de las élites no se ha dado la percepción y se ha creado consciencia de su importancia estratégica, y obviamente si no se ha tomado la decisión política para instrumentarla (en nuestras políticas de desarrollo nacional, exterior, y de seguridad y defensa nacional) para así poder sacar provecho de la misma. Esto no se ha dado sobre todo por lo que Víctor Andrés Belaunde denominaba "anatopismo", un neologismo que proviene del griego topos (tierra) y ana (ir contra), que significa ir contra lo que la tierra nos enseña, contra lo que la geografía nos está diciendo y que según ese autor constituye un vicio que sintetiza toda una serie de defectos de la mentalidad nacional. (9) Hacemos todo lo contrario a lo que la geografía nos dice que hagamos. Por eso mismo constituimos un país invertebrado, desestructurado, pobre y sin el peso internacional que deberíamos tener.

El Estado peruano nunca ha cumplido bien sus funciones de servir y proteger. Siempre ha sido un Estado “localizado”, (10) además de ineficiente y muchas veces corrupto. No ha sido capaz de articular aun propuestas de acción colectiva para el largo plazo (Lo que desde hace décadas en el CAEN se denomina Proyecto Nacional.) No ha servido de regulador, tampoco de interlocutor y menos de previsor; y en situaciones de emergencia como la del terremoto del 15 de agosto de 2007, se ha manifestado como un gigantesco cascarón repleto de ineficiencia. Recordemos cómo en aquella oportunidad, nada funcionó de parte del Estado (empezando por las comunicaciones, siguiendo con la respuesta inmediata y terminando con la organización e implementación de la ayuda para la reconstrucción.)

La debilidad del Estado en el interior – entre otras causas – se debe a nuestra difícil topografía, característica geográfica que impide una articulación física efectiva y la consiguiente integración de un país pluricultural y multilingüe. Por consiguiente, las áreas desconectadas físicamente devienen en una suerte de “ghettos” geopolíticos. Basta ver nomás lo que pasa en el Huallaga y en el VRAE, zonas en donde el Estado es casi inexistente.

Cuando nos referimos a la virtual “inexistencia del Estado”, no nos estamos refiriendo a la no presencia de sus componentes de seguridad como son las FFAA y la PNP, sino más bien a la de los sectores “no uniformados”, a los que tienen que ver con el desarrollo, como son Salud, Educación, Justicia o Transportes. Esta anomalía geopolítica permite el crecimiento de los vacíos político-administrativos y la aparición de fuerzas extra-legales y muchas veces anti-sistema (político y/o económico), y en extremo violentas. Ese fue el caso de Sendero Luminoso (y en menor medida del Movimiento Revolucionario Túpac Amaru). Su explosivo crecimiento en los años ochenta se explica por ese Estado ausente o débil, además de torpe, que no supo responder políticamente a un fenómeno, que si bien tenía obvias expresiones militares, era fundamentalmente político, además de tener una raíz estructural de índole geopolítica. (11) Ahora, esas fuerzas extra-legales las constituyen muchos de los diversos movimientos reivindicatorios regionales y étnicos, que se organizan a partir de reclamos que bien pueden tener una base de legitimidad.

A casi 200 años de vida independiente, aun el Estado peruano y de paso también los partidos políticos, no han sido capaces de articular un proyecto de país, un Proyecto Nacional con objetivos de mediano y largo plazo; algo que sí han hecho otros actores como Chile desde los tiempos de Diego Portales y Palazuelos, es decir, desde hace más de 170 años. Ello se hizo evidente durante su última campaña electoral, cuando pudimos ver por televisión un debate presidencial que para los estándares peruanos era “aburrido.” ¿Por qué fue “aburrido”? Porque casi no había diferencias sustanciales entre los cuatro candidatos (Bachelet, Hirsch, Lavín y Piñera), ya que todos tenían muy clara la imagen-objetivo de Chile (ad portas su Bicentenario en 2010) para el corto, mediano y largo plazo, y en los ámbitos sub-regional, regional y mundial. Lo que variaba era el énfasis o la intensidad del tratamiento propuesto para temas específicos. Así de simple.

Como nuestro Estado y nuestros partidos políticos no ofrecen propuestas de cómo – colectivamente - solucionar estructural y espacialmente los problemas del país, la población (de la periferia) no se siente parte ni del Estado ni del país, y prefieren mirar hacia adentro (“regionalmente”, “provincialmente” e incluso “distritalmente”) reclamando hacia afuera – a Lima (el centro) -, de forma caótica y muchas veces violenta. La debilidad del Estado viene propiciando que aumenten y se refuercen todas aquellas fuerzas centrífugas que siempre han existido en estado latente.

Tan grave es la situación, que durante la crisis de Moquegua en 2008 (contra Lima y contra Tacna), se dio la gravísima situación de un cuasi enfrentamiento civil entre dos circunscripciones territoriales que son claves, no sólo para nuestra economía por la minería, sino para la eventual conformación de una supuesta macro-región sur (junto con Arequipa, Puno y Madre de Dios) que pueda competir y superar al eje Arica-Parinacota/Iquique-Antofagasta. Ahora, simplemente será casi imposible materializarla.

En junio pasado, en plena tensión diplomática con Bolivia se dio una asonada generalizada y muy violenta en nuestra Amazonía. ¿Hubo en ambos casos manipulación política? Claro que sí la hubo (muy irresponsable y muy anti-nacional, por cierto, ya que el marco geoestratégico general era el de la competencia geoeconómica y comercial con Chile), pero esa manipulación podría haber sido rechazada por las poblaciones del interior si estas hubiesen estado verdaderamente conscientes y si hubieran sentido que eran parte de un proyecto de país mucho más grande y de largo plazo. Como no lo son y no lo sienten – porque ni el Estado ni los partidos les han ofrecido ese proyecto-, a la primera de bastos – manipulados o no -, rabiosos arremeten contra un árbol, no viendo la importancia de todo el bosque, además de amenazar con convertirlo en cenizas con sus acciones. (Puerto Maldonado, Andahuaylas, Sicuani, Bagua, dixit).

Tal es su encono contra el Estado central, que manipulados por grupos políticos extremistas y violentos, generalmente no se dan cuenta que tanto o más ineficientes e incompetentes son algunos de sus propios gobiernos regionales y locales.

Para vertebrarnos espacialmente – como primera medida para la constitución de un verdadero país habitado por pueblos que puedan ir sintiéndose parte de una sola nación y de un solo proyecto -, tenemos que “achatar” nuestro territorio a través del incremento geométrico de nuestros índices geoviales (carreteras y ferrovías transversales y longitudinales.) Sólo así podrá empezar a darse una saludable relación dialéctica centro-periferia, que reemplace a la actual tensión centro-periferia, que bien puede llevarnos a una situación de “bolivianización”. Eso deben hacerlo un nuevo Estado (que se caracterice por ser motivado, probo y eficiente), y unos (verdaderos e institucionalizados) partidos políticos que ofrezcan una clara visión estratégica de futuro. Si no lo hacen, corremos el riesgo de que sigan agudizándose nuestras contradicciones (sobre todo las espaciales) y que terminemos deviniendo en un país inviable, en un cadáver y que si además – digo, es un decir - se produce una catástrofe nacional de origen externo (peor a la de 1879 y que tan sólo sería la culminación de un proceso de depreciación estratégica), se cumpla algo parecido a lo que Ciorán dijo: “los godos no conquistaron Roma, sino un cadáver. El único mérito de los bárbaros fue tener buen olfato.” (12)

Geo-institucionalmente hablando, debemos propender hacia la conformación de macro-regiones. Seguir con la aberración geopolítica de tener veinticuatro “regiones” (lo que denomino “des-regionalización”, porque a más tiempo que pase, más difícil será que propendan hacia la conformación de entidades político-administrativas macro), sólo seguirá alimentando a las cada vez más frecuentes (manipuladas o no) - y también violentas - fuerzas centrífugas.

Lima Metropolitana, es una ciudad capital que no constituye un núcleo de cohesión (su fuerza no es centrífuga, en el sentido de proyección de poder, influencia y autoridad, sino más bien centrípeta porque atrae y absorbe toda clase de recursos), porque en sí constituye el equivalente de un país por todo lo que concentra. Las macro-regiones son necesarias porque servirían de contrapesos y ayudarían, a través de la descentralización, a revertir las perniciosas tendencias hacia el centralismo y hacia el actual y continuo desbalance demográfico que va en detrimento del hinterland: de la Sierra y de la Selva.

Esto último podemos comprobarlo revisando datos del Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI): vemos que la Costa concentra a 14´973,264 de habitantes (el 54.6% de la población), mientras que la Sierra – nuestra verdadera columna vertebral – alberga a sólo 8´770,738 de habitantes; y la Selva – nuestra región natural más extensa y rica -, a tan sólo 3´675,292 de habitantes. (13) Dicho sea de paso, pienso que uno de los motivos por los cuales Lima siempre “ha olvidado” a la Selva es porque no es determinante en términos electorales, no decide el resultado final de una elección presidencial.

Por lo que acabamos de exponer, bien puede afirmarse que el Perú se ha convertido en un país “costeño”, anomalía que hay que revertir porque la riqueza potencial y las (también potenciales y numerosas) plazas de trabajo no están en el desierto frente al mar, sino en el hinterland.

La interconexión vial y la macro-regionalización deberían constituirse en las bases física y geo-institucional de un nuevo Estado y de un nuevo y verdadero país. Basta saber todavía si los partidos políticos podrán estar a la altura del reto que conlleva el que podamos convertirnos en un sistema de eficiencia colectiva para, a su vez, alcanzar una estatura estratégica lo suficientemente grande y sobre todo estable, como para poder afrontar los problemas de un mundo cada vez más competitivo, imprevisto y peligroso, y en el que para solucionar sus problemas – al final de cuentas -, cada país contará sólo con sus respectivas capacidades nacionales.

Notas

(1) Everardo Backheuser,. Una estructura política de Brasil. Río de Janeiro, Brasil. Mendoca, Machado y Cía., 1926. Pág. 38, citado por el Mayor y Licenciado Roberto Antonio Garay Saravia; http://meltingpot.fortunecity.com/alberni/698/revista_docente/iv_vii/e5.html

(2) Sherman Kent. Inteligencia Estratégica para la Política Mundial Norteamericana (Buenos Aires: Editorial Pleamar, 1978), p. 57.

(3) Hans Morgenthau . Politics Among Nations: The Struggle for Power and Peace (Nueva York: Alfred Knopf, 1967), pp. 29 y 25.

(4) Norman Padelford y George Lincoln. The Dynamics of International Politics (Nueva York: Macmillan, 1962), p. 475.

(5) Joseph Nye, Jr.: “The Changing Nature of World Power”, en revista Political Science Quarterly (Summer 1990) y “Soft Power”, en revista Foreign Policy (Fall 1990).

(6) Citado en Mario Amadeo. Manual de Política Internacional. (Buenos Aires: Abeledo Perrot, 1978), p. 47.

(7) Emilio Castañón Pasquel : “14 Puntos para un Análisis”, en revista Estudios Geopolíticos y Estratégicos N° 3; Lima, Diciembre de 1979, p. 17.

(8) Manuel Migone Peña: "Amenazas para el Perú en el contexto del actual escenario internacional"; ponencia presentada en la Cena-Conferencia sobre Movilización y Defensa Nacional, organizada por la Dirección de Movilización del Ejército Peruano, y llevada a cabo el 29 de Octubre de 2004.

(9) Víctor Andrés Belaunde, Meditaciones Peruanas, Segunda Edición (Lima: Talleres Gráficos P.L. Villanueva, S.A., 1963), p. 32.

(10)Michael Don Ward en la Introducción a The New Geopolitics, editado por M.D. Ward (Filadelfia: Gordon and Breach, 1992), p. viii.

(11) Ver, Alberto Bolívar Ocampo: “La Geopolítica y los Orígenes de la Subversión en el Perú”, en revista Defensa Nacional N° 13, Octubre 1993, pp. 57-66.

(12) Citado en Tomás Mestre Vives, La Política Internacional como Política de Poder (Barcelona: Labor Universitaria, 1979), p. 9.

(13)Correo, 10 de Junio de 2008, pp. 2-3.

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