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    Alberto Bolívar Ocampo. Politólogo. Profesor de Geopolítica en los Institutos Armados, el CAEN y la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.

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¿Ha roto Chile el equilibrio estratégico?



¿Cómo decir cuándo un país es más fuerte que otro: considerando sólo a los indicadores militares? ¿Puede hablarse de un desequilibrio estratégico entre dos países sólo cuando uno de ellos tiene fuerzas armadas más poderosas? En los últimos sesenta años, Hans Morgenthau, Sherman Kent, Frederick Hartmann, Klaus Knorr y Joseph Nye, entre otros autores, han tratado de responder estas preguntas. Para ellos, el concepto de poder nacional es el principal instrumento y puede definirse como la interacción de los medios tangibles e intangibles que posee un Estado-Nación en un momento determinado de su historia, y que le permiten alcanzar sus objetivos internos y externos, pese a las oposiciones.

Es obvio que dentro de lo tangible, las capacidades militares son un referente muy importante a tomar en cuenta, pero ¿cómo se obtienen esas capacidades? A través del desarrollo nacional. Existe un notorio desequilibrio entre las capacidades militares de Perú y Chile porque el nivel de desarrollo de estos últimos es mucho mayor que el nuestro. Un despacho de Associated Press del 4 de abril pasado informaba que un estudio de la Universidad Andrés Bello estimaba para este año un PBI chileno de US $ 106 mil millones. En 2004 fue de US $ 94 mil millones, cuando en 1985 era de US $ 18,193 millones; es decir, en dos décadas lo quintuplicó. Nuestro PBI es probable que este año alcance unos US $ 75 mil millones. ¿Cómo puede entonces sorprendernos la asimetría militar, la cual tan sólo refleja la asimetría general de capacidades nacionales?

Mientras Chile reformó el Estado y aplicó políticas económicas audaces e inteligentes, acá se hizo todo lo contrario, contando además con la ineptitud del sistema para combatir al terrorismo en la primera década de la guerra. Al final, el saldo fue de 40 mil muertos y US $ 25 mil millones en pérdidas materiales. Nuestro proceso de depreciación estratégica contribuyó al desbalance militar bilateral.

Es probable que la primera señal de esto último se diera cuando en agosto de 1989 el general Howard Rodríguez, jefe militar en Ayacucho, envía un dramático y honesto oficio al presidente García, informándole que suspendía todas las operaciones antisubversivas por falta de medios (comida, munición y gasolina). La segunda, cuando ese mismo año el diario Expreso informaba que el stock de municiones de la entonces División Aerotransportada era de 1.4 cartuchos por hombre. Dicho de otra forma, de haberse desatado un conflicto externo, habrían jurado luchar hasta quemar no el último, sino el único cartucho. La tercera fue cuando a raíz del incidente en el Yaupi-Santiago en Noviembre de 1991, nuestra debilidad nos obliga a firmar el "Pacto de Caballeros" con el Ecuador. Ni qué hablar de la cuarta señal: el Cenepa.

Entre 1993 y 1998 nos recuperamos en términos de poder nacional, por lo que me pregunto: ¿Por qué no se recuperaron integral y prospectivamente nuestras capacidades militares? ¿Por qué, por ejemplo, no se puso en total operatividad a nuestra flota de Mirage-2000? ¿O por qué se compró material sobrevaluado y de dudosa calidad? Plata había.

Chile no ha roto ningún equilibrio estratégico porque compró más armas. Eso es lo de menos. Fuimos nosotros mismos quienes – pese a nuestras inmensas ventajas comparativas - lo despedazamos con nuestra incompetencia colectiva, nuestra corrupción administrativa y nuestra secular dejadez y falta de visión de futuro y de país.


(*) Alberto Bolívar. Diario La Primera, 17/Oct/05

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