Cáceres no podría haber sostenido su estrategia de guerra asimétrica sin el gran apoyo de la población campesina. Esta, ante los abusos chilenos - un fenómeno similar se daría un siglo después contra Sendero Luminoso -, pronto se organizó y participó activa y valientemente en la lucha.
En este tipo de guerra, el peor error que puede cometerse es reprimir indiscriminadamente a la población. Dice Nelson Manrique en su extraordinario y poco estudiado libro Las Guerrillas Indígenas en la Guerra con Chile (Lima: CIC, 1981, p. 177): "La contrapartida de las bajas y la destrucción ocasionada por la represión chilena contra la insurrección de las comunidades de la margen derecha (del Mantaro), fue el engrosamiento de las fuerzas decididas a la lucha contra la invasión. Los abusos cometidos por las fuerzas chilenas provocaron grandes odios, que posteriormente serían canalizados por las fuerzas de Cáceres en la contraofensiva de julio (1882)."
Ante el abuso, la población se pliega a la lucha, pero también se convierte en la mejor fuente de aquella necesaria información que se convertirá en inteligencia operativa. Fue así como el campesinado, además de constituirse en una temible fuerza de resistencia, conformó un extraordinario sistema de inteligencia. Muchas de nuestras victorias se debieron al preciso y anticipado uso de esa inteligencia.
Haciéndose pasar por borrachitos, orates o mendigos, no sólo vigilaban los pasos del enemigo infiltrándose en sus guarniciones para conocer anteladamente sus planes militares, sino que además frustraban atentados contra su querido Taita Cáceres. El baile de Los Avelinos queda como una expresión folklórica y de homenaje a esas extraordinarias capacidades de espionaje.
No importaba que al principio tuvieran pocas armas de fuego y que después Iglesias y Montero se las negaran o proporcionaran a cuentagotas, respectivamente. Cáceres y sus unidades asimétricas se las arreglaron como pudieron utilizando herramientas no convencionales: hondas, rejones (variedad de lanza o pica) y las llamadas galgas (rocas utilizadas para provocar derrumbes en pasos y desfiladeros). Cómo serían de diestros, que formó unidades de "honderos", "rejoneros" y "galgueros" tal como relata en sus Memorias, (volumen I, p. 176).
Al final, tanto esfuerzo fue inútil porque el apoyo convencional nunca se materializó. No obstante, demostraron que en términos asimétricos, el ingenioso y decidido uso de lo poco que se tiene a la mano puede ser tremendamente letal y ocasionar un efecto desproporcionado que afectará moral y políticamente al actor "más fuerte". No lo olvidemos.
(*) Alberto Bolívar. Publicado en La Primera, 12/Sep/05
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