Está comprobado históricamente que Andrés Avelino Cáceres es uno de los mayores exponentes de lo que ahora conocemos como guerra asimétrica, en su caso llevada a cabo principalmente contra un invasor externo convencional entre 1881 y 1883. De lo que poco se habla es de cómo el Brujo de los Andes influyó en alguien que cincuenta años después sistematizaría muchos de los conceptos aplicativos de una estrategia asimétrica, esta vez conducida internamente contra un Estado - el chino- bajo una concepción ideológica de corte marxista-leninista: Mao Tse-Tung.
La primera vez que tuve conocimiento de esto fue cuando en 1993 compré el interesantísimo y original opúsculo Cáceres: Genio Militar (Lima: Librería Editorial Minerva, 1978), del historiador Emilio Luna Vegas. Comparando pasajes de diversos escritos de Mao sobre la teoría de la guerra de guerrillas con pasajes de las Memorias de Cáceres, Luna Vegas sostiene - con sólidos fundamentos- tal hipótesis.
Siete años después confirmaría dicha hipótesis al leer el ilustrativo artículo de César Lévano "Rebeliones Relámpago", publicado en Caretas del 2 de noviembre de 2000. Cuenta Lévano que alguna vez Ernesto More le había relatado que en Berlín, en los años veinte, el comandante Julio César Guerrero aleccionó en alemán a unos estudiantes chinos sobre la experiencia de Cáceres. En esos días, el Partido Comunista Chino había enviado a estudiar a Europa a algunos de sus jóvenes militantes. Entre ellos estaban Chu-teh, fundador del ejército rojo chino, y Chou En-Lai, el teórico que dominaba varios idiomas occidentales. Cabe señalar que Guerrero fue secretario personal de Cáceres, comentarista de sus Memorias y a su vez autor de 1879-1883 La guerra de las ocasiones perdidas (Lima: Editorial Milla Batres, 1975).
Lo original y también prospectivo de la obra de Luna Vegas estriba en que fue publicada dos años y tres meses antes (febrero de 1978) que un oscuro profesor de filosofía, discípulo de Mao, aplicando muchos de sus conceptos, desatara un baño de sangre en nuestro país: Abimael Guzmán.
Los efectivos senderistas que iniciaron la guerra en mayo de 1980 no fueron más de 300, pero sin embargo causaron muchos daños humanos y materiales porque aplicaron con eficiencia una estrategia asimétrica contra la sociedad peruana, pero sobre todo contra un Estado supuestamente fuerte, que en lo referente a seguridad no estaba preparado para afrontar un conflicto de ese tipo, sino para uno convencional contra Chile y/o Ecuador. Ese fue el problema.
(*) Alberto Bolívar. Publicado en La Primera, 19/Sep/05
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