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    Alberto Bolívar Ocampo. Politólogo. Profesor de Geopolítica en los Institutos Armados, el CAEN y la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.

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Nuestras relaciones con el Brasil (*)




Pocas veces en nuestra historia se ha abierto una ventana de oportunidad estratégica, como la que proporciona el probable y concreto afianzamiento de nuestras relaciones con un vecino que resulta ser el país más poderoso de América Latina, que es parte del llamado BRIC (junto con Rusia, India y China, las potencias emergentes del siglo XXI según Goldman & Sachs) y que cuando se modifique la Carta de la ONU deberá naturalmente representar a la región como miembro permanente del Consejo de Seguridad.

Sin embargo, debemos recordar que también es un país con una política exterior con claros y definidos objetivos geopolíticos, y con un estilo diplomático que no ha variado en términos generales desde los tiempos del Barón de Río Branco. En otras palabras, con una política exterior de “pragmatismo responsable” y que tiene lo que la nuestra carece: claridad, coherencia, continuidad y predictibilidad; además de un estilo diplomático que es: 1. Técnicamente orientado. 2. Particularmente activo en cuestiones funcionales. 3. No ideológico. 4. Razonable y gradual en la aproximación. 5. Limitado a asuntos que afecten directamente al país. 6. Predispuesto a rechazar ya sean intentos o ambiciones de liderazgo o influencia. La bibliografía básica – escritos o libros – para comprender el tema es ilustrativa: estadounidenses como William Perry (1976), Wayne Selcher (1981, 1984), Margaret Daly Hayes (1984), Riordan Roett (1985) o Bertha Becker y Claudio Egler (1992); peruanos como Fernando Rosas Moscoso (1979), Edgardo Mercado Jarrín (1980, 1993, 1996) y Gino Costa Santolalla (1987), entre otros.

Brasil está a punto de concretar ansiados objetivos geopolíticos de larga data, como son el acceso al Pacífico – por puertos peruanos, si nos apuramos con las interoceánicas - para proyectarse geoeconómicamente a su dinámica Cuenca, y muy pronto la independencia energética en lo que a petróleo se refiere, mas no así respecto al gas que importaba casi exclusivamente de Bolivia. En su reciente visita a Brasilia, Alan García ha puesto sobre el tapete estratégico una carta importantísima que – salvo El Comercio – la prensa peruana no ha resaltado: el que los excedentes de los próximos yacimientos de gas que se descubran sean exclusivamente vendidos a ese país. Dicho de otra forma, de interconexión pasaríamos a interdependencia, términos que no son lo mismo, según explicaron Robert Keohane y Joseph Nye en Power and Interdependence: World Politics in Transition (1977). Sostienen que donde hay reciprocidad (no necesariamente es igual a simetría) en los costes de los efectos de las transacciones hay interdependencia; cuando en las relaciones no hay significativos efectos de coste, simplemente existe interconexión. En nuestro caso, el que se consolide o no un proceso de interdependencia dependerá exclusivamente de la claridad y coherencia de nuestra política exterior y de la habilidad de nuestra diplomacia. Sin estos requisitos, nuestras relaciones con el Brasil se constituirán en una mera interconexión - que poco ayudará al incremento de nuestra estatura estratégica - y no en una saludable y sostenida interdependencia.


(*) Alberto Bolívar. Diario La Primera, 19/Jun/06.

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