En un excelente trabajo sobre el programa de satélites espías de los EE.UU. – Deep Black (1986) – William Burrows cita a George Keegan para claramente establecer por qué es importante tener “ojos y oídos” en el espacio: “Quien controla el reconocimiento, observa al enemigo; quien observa al enemigo, percibe la amenaza; quien percibe la amenaza, establece las alternativas; quien establece las alternativas, determina la respuesta”.
Lo ideal es tener satélites espías, pero si no hay el dinero suficiente–o la decisión política e institucional, factor que es mucho más importante- se pueden adquirir los vehículos aéreos no tripulados (también llamados drones) - conocidos como UAVs por sus siglas en inglés- y los resultados tácticos y operacionales pueden ser espectaculares, como lo demostraron los ecuatorianos en 1995 al obtener inteligencia en tiempo real usando dos UAVs desde su base en Coangos. Esa ventaja tecnológica sólo acabó cuando nuestras fuerzas especiales incursionaron sobre la base y destruyeron a los drones. Sin embargo surgen dos preguntas: ¿por qué nuestra inteligencia militar no tenía conocimiento alguno de esas adquisiciones? (La verdad es que estaba en nada.) ¿Por qué hasta ahora nuestras FFAA no han adquirido o desarrollado UAVs? Alguien tiene que responder a esta última pregunta, porque no son excesivamente caros.
Un UAV o un avión espía pueden ser eventualmente destruidos en tierra o en el aire, lo que no sucede con un satélite, salvo que se posean armas anti satélites, como efectivamente es el caso de EE.UU. y Rusia; ergo, esa es también otra de las razones de la compra chilena: seguridad física.
Las FFAA peruanas podrán comprar todo lo que quieran, modernizar todo lo que quieran, pero mientras primero no adquieran su propio satélite de comunicaciones y observación, seguirán siendo unas FFAA atrasadas, del siglo XX -con sistemas de comunicaciones débiles e inseguros, siempre a merced de aquel que esté sólo un poco más avanzado tecnológicamente, como ocurrió en el Cenepa - y con las graves implicancias que esto conlleva, en un entorno estratégico sudamericano cada vez más inestable.
(*) Alberto Bolívar. Diario La Primera, 22/May/06.
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