Cuando hablamos de contrainteligencia (CI) , estamos hablando de un esfuerzo nacional realizado para prevenir la obtención de información, así como la infiltración de nuestras instituciones y dependencias estatales –y también privadas-, por parte de organizaciones de inteligencia extranjeras y/o radicales, e incluso delincuenciales, que pueden ser nacionales o no. Comprende actividades de investigación y vigilancia con el fin de detectar y neutralizar las actividades de inteligencia de las antes mencionadas entidades, e igualmente la obtención de información acerca de las mismas para lograr su penetración, con fines de engaño y manipulación, según sea nuestra conveniencia. Es un escudo para los recolectores humanos y técnicos de información y para quienes la analizan, porque la otra parte también puede usar engaño y manipulación. En suma, la CI busca protegernos de las amenazas de inteligencia, entendidas como las actividades que alguien realiza para obtener información sensible que puede afectar negativamente nuestros intereses de seguridad y desarrollo.
En contraterrorismo, el uso que se haga o no de los mecanismos de CI puede ser decisivo para impedir que ese enemigo adquiera información sobre los puntos débiles de potenciales blancos políticos, económicos y militares; sobre la extensión y precisión del conocimiento que nuestros servicios secretos tengan de sus líderes, estructura, modus operandi, acciones en curso o futuras, y en especial si tienen fuentes de información dentro de la organización.
El plantar un topo dentro de los aparatos de inteligencia del Estado puede constituir un gran triunfo de implicancias no sólo tácticas, sino también estratégicas para los terroristas. Ese fue el caso del suboficial técnico de segunda Rolando Camacho Rojas, un topo senderista, que entre 1983 y 1996 laboró en la Dirección de Inteligencia de la Policía Nacional. Se estima que alertó a los suyos de muchos operativos contraterroristas y dio los nombres de agentes infiltrados en los organismos de fachada de Sendero. Cuando CI descubre una penetración de esta magnitud, es una amarga victoria porque inmediatamente viene el análisis y control de los daños, lo que John Le Carré describe como “tratar de volver a poner la pasta dental dentro del tubo”. Por ello, CI debe estar más alerta que nadie dentro del sistema de inteligencia nacional.
Al nivel global, es Al Qaeda quien está sobresaliendo como un movimiento terrorista que es el equivalente no estatal de cómo el profesor John Dziak catalogó a la URSS: el Estado de CI, por el extensivo uso que hacía de ésta. Desde la fase de entrenamiento, Al Qaeda está usando principios y prácticas de CI en su estrategia para organizarse, desplegarse y pelear; por lo que los servicios secretos occidentales y aliados están teniendo serios problemas para penetrarlos y anticiparlos. Recomendamos el extraordinario trabajo de Richard Shultz y Ruth Margolies Beitler, Tactical Deception and Strategic Surprise in Al-Qaida´s Operations, publicado en el Middle East Review of International Affairs de Junio 2004.
(*) Alberto Bolívar. Publicado en Diario La Primera (Perú), 16/Ene/06
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