Sorprende, pero sobre todo preocupa, que aun sigamos sin entender no sólo al Sendero post-captura de Guzmán sino también al que hace más de 27 años inició un proceso de guerra popular prolongada en el Perú. Señalo esto porque si analizamos las informaciones acerca de sus acciones militares en el último lustro, constataremos que en la mayoría de encabezados periodísticos y de declaraciones de altos funcionarios del Estado está el término “rebrote”, lo cual no es muy cierto.
No lo es porque Sendero nunca se fue. Lo que sucede es que a partir de 1993 – después de los duros golpes que recibió - entró en un proceso de hibernación estratégica en lo militar, enfocando sus esfuerzos en la reconstitución organizacional, doctrinaria y operacional del partido. El énfasis se daría en los aspectos políticos, como por ejemplo, con un cambio de actitud en la forma de aproximarse a la gente en los escenarios rurales: empezamos a ver un Sendero “emerretizado”, de rostro más amable. En las ciudades, un trabajo de paciente y muy clandestino proselitismo, así como de recuperación y captación de cuadros. En ambos casos, guiándose por la directiva que Abimael Guzmán lanzara el 24 de septiembre de 1992, durante su presentación ante la prensa: “Esto es tan sólo un recodo en el camino”. Claro, es un recodo porque su llamada guerra popular es sobre todo prolongada. Es decir, por sus orígenes maoístas y por lo tanto también asiáticos, su concepción de las categorías temporales es totalmente distinta a la nuestra, occidental. Han pasado 15 años de la captura de su líder máximo y la guerra continúa, pero por otros medios en los que lo militar no es lo primordial. No es que hayan abandonado la lucha armada, sino que por el momento hay otros aspectos más importantes que atender y consolidar, como por ejemplo los legales, ya que las victorias nacionales e internacionales que han obtenido – y seguirán obteniendo – porque la estupidez, lenidad y dejadez de un sistema muy “políticamente correcto” así se lo ha permitido.
Sus esporádicas acciones militares – como las últimas de Ocobamba y Tayacaja - obedecen a su ya cimentada relación con el narcotráfico, pero también a un timing o coyuntura muy cercano al cumpleaños de Guzmán (3 de diciembre) y al próximo inicio de un mega juicio a la cúpula senderista, en los que un mensaje – propaganda a través de los hechos – había que dar, y así lo hicieron.
Repito: no es que Sendero se fuera y ahora “rebrota”, sino que nunca se fue. Es – desgraciadamente - un virus adaptable, un VIH ideológico aun presente y que gracias a los errores cometidos desde 1995 a la fecha, en algunos años puede volver a desatar una epidemia; en especial, en razón de lo que haga u omita el sistema, empezando por darse cuenta que ese enemigo ha cambiado, que no es el mismo de hace 15 años y que su guerra continúa por otros medios más clandestinos, más sutiles y menos violentos, pero no por ello menos peligrosos.
(*) Alberto Bolívar. Diario Expreso. 06/Dic/07
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