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    Alberto Bolívar Ocampo. Politólogo. Profesor de Geopolítica en los Institutos Armados, el CAEN y la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.

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Inteligencia y Terrorismo (*)



“Todo acto terrorista está precedido por un exhaustivo trabajo de inteligencia por parte de los perpetradores”, dice un axioma que encierra una de las principales características de una organización violenta: la constante necesidad de obtener información acerca de sus potenciales blancos, tanto humanos como materiales, y el análisis del contexto sociopolítico en el que dichos actos van a realizarse para así obtener mayor impacto político y obviamente, mayor publicidad porque en última instancia el terrorismo es propaganda a través de los hechos.

Una organización terrorista es un enemigo asimétrico y predominantemente clandestino en el que el sigilo, el secreto y el culto a la inteligencia son valores esenciales para su misma supervivencia y expansión. Ninguna mejor que Sendero Luminoso expresa mejor esto, tal como lo describí en un estudio que en 1994 publiqué en Gran Bretaña (“Intelligence and Subversion in Peru”, revista Low Intensity Conflict & Law Enforcement). Por eso, “el partido tiene mil ojos y mil oídos” era una de sus máximas, y si concluimos en que ya están de regreso, probablemente la principal tarea de su nuevo comité central (¿alguien puede decir quiénes lo conforman?) haya sido la de tratar de recomponer sus antiguas capacidades de inteligencia, antes que las militares.

Con poca gente y pocos medios, Sendero causó grandes daños porque siempre tuvo la mejor, más precisa y oportuna inteligencia sobre sus blancos, así como una cabal comprensión del contexto en que serían afectados. Obedecieron fielmente a Lenin cuando éste definió a la estrategia como “la elección de los puntos de aplicación de las fuerzas”. Pocas fuerzas, pero aplicadas con precisión sobre los - ya determinados por la inteligencia – puntos débiles de la sociedad y el Estado provocaron un efecto desproporcionado. Ambos fueron masivamente infiltrados y estas extraordinarias capacidades de inteligencia actuaron como un multiplicador de fuerza que, facilitando la realización de acciones mayormente tácticas en el campo y la ciudad, a su vez facilitaron su avance y consolidación en términos estratégicos.

En el ámbito de la contrainteligencia – recordando los errores de la guerrilla de 1965 – crearon una estructura de compartimentaje que hizo muy difícil, si no imposible, su penetración por parte de los servicios secretos. La captura de Guzmán se debió, aparte del increíble trabajo que realizó el Grupo Especial de Inteligencia de la DINCOTE, a un exceso de confianza producto de ver a una sociedad cuyas fibras psicológicas se derrumbaban después de Tarata. La moraleja es que en esta lucha nunca se puede bajar la guardia en cuestiones de inteligencia y contrainteligencia – lo que por desgracia hizo el sistema -, y como dice uno de los personajes de John Le Carré: “siempre llevarse por la ley de los imponderables”, ya que estos pueden estar a la vuelta de la esquina.

Sendero ya debe haber analizado los métodos de inteligencia que facilitaron su momentánea derrota y comenzado a aplicar las correspondientes contramedidas. Han tenido mucho tiempo para ello.

(*) Alberto Bolívar. Diario La Primera, 02/Ene/06

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