Fuente: Bolívar, Alberto. Revista AAinteligencia (Chile) Nº 2, Enero 2008
Es innegable que después de los ataques del 11/9 el mundo ingresó a una era de conflictos asimétricos en los que el uso de la inteligencia – humana o técnica – pasaría a tener un rol preponderante en el desarrollo de la mal llamada “guerra contra el terror” (1), tanto así que Robert Kaplan sostendría que “ante nosotros está la edad de oro de la inteligencia” (2). La verdad es que no se equivocó porque la mayoría de discusiones sobre el tema del terrorismo siempre giran en torno al uso o mal uso de la inteligencia, en especial cuando se enfoca el asunto en las llamadas “técnicas intrusivas”, que es un eufemismo para referirse al espionaje clásico o al basado en tecnología de punta, que obviamente afecta el derecho a la privacidad de las personas (3); cada día nos enteramos de nuevas tecnologías que son desarrolladas para su uso en actividades de inteligencia.
Esto ha originado, sobre todo en los Estados Unidos, que se discuta acerca de las libertades fundamentales que vienen siendo erosionadas en nombre de la seguridad nacional, y en razón de ello los escándalos de inteligencia no se han hecho esperar: politización (inteligencia “cocinada” para justificar la decisión política de invadir Irak), interceptaciones telefónicas sin orden de un juez, arrestos también sin orden de un juez e incluso la sospecha del uso de la tortura en los interrogatorios a presuntos terroristas.
Nuestra región, no obstante ser – al menos por el momento - relativamente periférica respecto a todos estos desarrollos contra el terrorismo islámico, tampoco ha estado exenta últimamente de discusiones y escándalos relacionados con la inteligencia, tal como este año se ha vivido en el Perú, Argentina, Colombia y Chile, tan sólo por nombrar unos pocos casos (4). ¿Por qué sucede esto tan a menudo? La respuesta creo que está en una serie de problemas no resueltos y en problemáticas aún no enfrentadas.
El primer gran problema no resuelto es el de confundir “inteligencia” con “espionaje”. Influidos por el cine y la literatura de ficción y porque los servicios secretos han tenido un origen, evolución y actuación de tipo castrense, se ha tendido a ver su uso muchas veces en términos de “nosotros, los amigos” y “ellos, los enemigos”, pese a vivir en democracias, dirigiendo su atención a todo aquel actor interno con el que se disienta y no importando si el tema en cuestión nada tiene que ver con la seguridad nacional, que en teoría es el marco general temático en el que debía desenvolverse la inteligencia. Hablamos en ese marco de la determinación de riesgos y amenazas, así como de oportunidades en el campo del desarrollo. En el juego democrático puede haber “adversarios”, mas no enemigos, salvo que en verdad ciertos actores decidan utilizar otras vías como la violenta, para la consecución de sus fines. En este caso el Estado tiene que defender a la sociedad, siempre dentro de la legalidad. Uno de sus instrumentos de defensa tiene que ser la inteligencia.
Hay también muchas veces desconocimiento por parte de los consumidores de lo que realmente significa la inteligencia, como actividad legal y legítima de todo Estado que se precie de ser previsor. No se entiende que su rol es extraer la certeza de la incertidumbre y facilitar una decisión coherente en un medio ambiente incoherente (5). Va a proporcionar la información con valor agregado que – en teoría – va a permitir al liderazgo nacional tomar las decisiones más adecuadas y pertinentes.
Alexander De Marenches – quien en una admirable muestra de continuidad nacional dirigió la inteligencia francesa con tres presidentes, entre 1970 y 1981-, didácticamente describe lo que es y su importancia: “En muchos aspectos, es también como el panel de instrumentos en un avión. En la cabina está el hombre que toma las decisiones: el piloto, el jefe del Estado. La información que está frente a él es vital. Sin ella no puede volar el avión con seguridad. Si el servicio de inteligencia ( el autor se refiere a la agencia central) es inepto, lleno de amateurs o de gente que es incompetente o estúpida o algo peor, impactará sobre el presidente, por no mencionar a sus ´pasajeros´ , es decir el pueblo que gobierna. Obviamente, también se debilitará su posición internacional, fallará su brújula y él no estará en posesión de todas las herramientas que le permitan elegir un curso directo hacia su destino” (6).
Se confunde el verdadero significado del adagio “conocimiento es poder”. Para que esto se cumpla, dice Betts, tiene que ser ingerido y digerido por quienes toman las decisiones(7). El ingerir implica recibir inteligencia que no necesariamente va a satisfacer sus expectativas o va a estar acorde con sus percepciones, creencias o prejuicios. Es acá donde se prueba la honestidad profesional de los productores de inteligencia: su deber es decirle al líder lo que necesita escuchar, que no necesariamente puede coincidir con lo que quisiera escuchar. Es difícil presentarle a un político evidencias que van contra todo el bagaje que trae consigo (incluido el psicológico). Todo esto último implica el digerir.
Dice Lowenthal que el consumidor tendría que ser consciente que la inteligencia sirve y es un subsirviente de la política, y trabaja mejor – tanto analítica como operacionalmente – cuando está ligada a objetivos de política claramente comprendidos (8) y obviamente definidos en términos del interés nacional, del Estado y no del gobierno de turno. En esta línea, aconseja Cherkashin que de alguna forma hay que asegurar que los servicios de inteligencia de los países dirijan sus actividades hacia la obtención de objetivos estratégicos apropiadamente definidos, en vez de seguir las intenciones políticas de sus líderes (9). Esto último es clave, por cuanto si un país no tiene definidos sus intereses nacionales permanentes – traducidos o no en la forma de objetivos nacionales -, no podrá hacer uso coherente de su sistema de inteligencia, diseñando y – es lo ideal - anticipando escenarios (10) favorables que visen la defensa, reforzamiento y proyección de dichos intereses (u objetivos). De no darse el caso, estará siempre tratando de formular políticas y estrategias reactivas – y no de iniciativa -, en un sistema internacional tan dinámico y complejo que, entre otras cosas, requiere coherencia de parte de los diversos actores nacionales.
Ahora bien, otro problema relacionado con el anterior es el de cuando el país no sólo no ha definido sus intereses permanentes, sino que además sus líderes son personas improvisadas que no tienen mayores conocimientos de los temas de seguridad nacional o de política exterior. Si estos son los casos, concordamos con la advertencia de Lacqueur, en el sentido de que la inteligencia siempre tendrá que operar adivinando, antes que conociendo las intenciones de su propio gobierno (11).
Este problema, sin lugar a dudas afectará el concepto tradicional de lo que Hulnick considera es el ciclo de inteligencia:
a) Quienes toman las decisiones determinan qué información necesitan y los directores de inteligencia traducen estas necesidades en requerimientos de recolección.
b) Se le asignan responsabilidades a los recolectores para buscar la data que se necesita.
c) Estos recolectan y reportan la data en bruto.
d) Los analistas evalúan la data en el contexto de otra información y de su propia amplia experiencia.
e) La “producción” convierte al análisis en reportes terminados.
f) Los productos son diseminados a los consumidores.
g) Los consumidores toman una decisión política y se vuelve a otra ronda de requerimientos (12).
Si yo, productor de inteligencia, no sé en verdad qué es lo que quiere mi principal consumidor (el presidente), adivinando sólo conseguiré viciar el ciclo entero de inteligencia. Este jamás será riguroso.
Un problema adicional – que también es posibilidad, si se sabe aprovechar – es el del exceso de información que hay en los tiempos actuales. Dice Hopple que los fracasos – o fallas - de inteligencia llevan siempre a pensar en la necesidad de recolectar más data y que esto es un mito por cuanto los analistas están casi siempre inundados con data. Lo que se necesita es más y mejor análisis (13), pero también – y en esto tienen mucha razón Berkowitz y Goodman – la lección es que el cómo es adquirida una información es un punto secundario. El tema real es qué clase de información se necesita para responder a una pregunta (14). En los tiempos de la internet y del auge de la inteligencia de fuente abierta (15), habrá un exceso de informaciones por analizar y procesar. Esto puede causar verdaderos cuellos de botella analíticos porque a veces la data sobre un mismo asunto es contradictoria. Sin embargo, es menester preparar a los analistas para un mejor manejo de las herramientas disponibles para la recolección y consiguiente análisis de la información de dominio público.
Esta revolución de las fuentes abiertas trae consigo otros problemas porque como son herramientas de dominio público, también pueden ser utilizadas por enemigos, adversarios o competidores estatales, o por enemigos no estatales como los grupos terroristas, quienes, por ejemplo, están usando Google-Earth para planificar ataques(16). ¿Qué se puede hacer? Muy poco en el caso de pequeñas y medianas potencias, por cuanto no tienen los recursos para usar camuflaje a gran escala de sus áreas vitales. Tendría que ser un gigantesco – y muy costoso- esfuerzo de contrainteligencia (CI). La India pudo engañar a los satélites estadounidenses antes de sus pruebas nucleares de Mayo de 1998, pero fue una acción específica sobre un área específica: sus sitios de pruebas nucleares. No obstante, la moraleja estratégica es que en algunas instancias los satélites sí pueden ser engañados.
Ya que hemos tocado el punto de la contrainteligencia, se da el problema de que ante la posibilidad que actores no estatales planifiquen acciones violentas contra el país, ¿en qué medida debe aplicarse la CI? Es conocido el axioma que “todo acto terrorista está precedido por un ataque de inteligencia”; por lo tanto, si un país tiene una buena estructura de CI podrá detectar y frustrar esos intentos. Al nivel de las instituciones del Estado, creo que no sólo es obvio sino también necesario tomar las debidas previsiones en ese campo, pero ¿qué hacemos con las instituciones importantes que son privadas y que son blancos actuales o potenciales de una operación de inteligencia hostil? ¿Les pedimos permiso para plantar agentes? ¿Quién va a autorizar las pertinentes medidas intrusivas? ¿Cómo determinar qué organizaciones legales pueden estar por adoptar métodos de lucha ilegales y por ende hay que infiltrarlas?.
Si aceptamos que la debilidad en términos de CI es algo muy malo, un exceso de la misma puede ser peor, como fue el caso del programa COINTELPRO en los EE.UU., conducido por décadas hasta 1975 contra izquierdistas, líderes negros y opositores a la guerra de Vietnam.
En el campo de las relaciones internacionales siempre estará presente la posibilidad del conflicto interestatal – es simple sentido común estratégico y realpolitik -, por lo que los sistemas de inteligencia buscarán descubrir cuándo y cómo otros pueblos reaccionan igual que nosotros, y cuándo reaccionan de manera diferente (17). El énfasis, por tanto, estará puesto en la obtención de inteligencia principalmente política. Esta, indica Lacqueur, es muy subjetiva. Algo de ella comprende masas de data sobre elecciones, tendencias políticas, encuestas y opinión pública, pero la mayor parte de la inteligencia política tiene que ver con asuntos menos cuantificables: lo que los líderes piensan y lo que aspiran hacer, cómo funcionan las sociedades y cómo reaccionan frente a estímulos y cambios (18).
Esta clase de inteligencia puede obtenerse de fuente abierta – merced a un buen análisis -, pero también a través del espionaje (humano o técnico). Si un país logra plantar a un espía o tiene a un agente de influencia en el círculo inmediato de la toma de las decisiones gubernamentales de otro país, obtendrá – o confirmará – inteligencia política de primer orden. Es obvio que si esta penetración es descubierta por la CI del otro país, se producirá un problema que puede afectar a la relación en su conjunto.
Otro problema es el de la cooperación internacional en materia de inteligencia para hacerle frente a las llamadas “nuevas amenazas”, representadas por actores asimétricos y no estatales como los grupos terroristas o las mafias organizadas. Por más necesaria que ésta sea, veo problemática su concreción por el mal recuerdo de la “Operación Cóndor”. Lo que es más, creo que la izquierda regional buscaría frustrarla.
También relacionado con lo anterior está la problemática de la cooperación no tanto entre servicios de inteligencia, sino más bien entre sistemas o comunidades de inteligencia. Francisco Galvache Valero definiría comunidad de inteligencia como “un sistema integrado por las agencias y organismos relevantes en tal materia, que sirven a los objetivos estratégicos del Gobierno de la nación, de forma coordinada gracias a la labor de una estructura de superior nivel que promueve y garantiza las relaciones y la conectividad necesarias, a los niveles y por los procedimientos adecuados, y en orden a optimizar los resultados.” (19)
Una cosa es que un país tenga algunos buenos servicios secretos y otra que puedan funcionar en conjunto, como sistema. Las fallas de la inteligencia estadounidense en 1941 (Pearl Harbor) y 2001 (11/9) no fueron fallas de agencias consideradas individualmente, sino que fueron fallas sistémicas. (20) Esa es la gran enseñanza que hay que extraer: si no se conforman sistemas o comunidades de inteligencia en cada país, será muy difícil una cooperación efectiva y eficiente en el campo de las amenazas asimétricas como el terrorismo. Parafraseando a Galula, diremos que promover el desorden – que es lo que buscan esos actores asimétricos – es un objetivo que consideran legítimo porque sirve para socavar la fortaleza y la autoridad del Estado. Lo que es más, el desorden es barato para crear y muy costoso para prevenir. (21)
¿Deben las agencias principales de cada comunidad o sistema de inteligencia encargarse tanto de los asuntos externos como de los domésticos? Mi opinión es que esa es casualmente una de las razones de muchos de los abusos: se concentra demasiado poder de información en una sola agencia, en países como los nuestros, muchas veces con bajos niveles de institucionalidad democrática. En la mayoría de nuestros países no hay controles efectivos de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial (generalmente los abusos son denunciados por la prensa), por lo que deberían crear una agencia para la inteligencia externa y otra para la de índole doméstico, siguiéndose el ejemplo estadounidense (CIA-FBI), ruso (SVR-FSB), israelí (Mossad- Shin Bet), francés (DGSE-DST) y británico (MI-6/MI-5). No constituyen contrapesos perfectos (¿acaso existen?), pero ese sistema es mejor al preponderante en nuestra región.
Por último tenemos la problemática de la privatización de las actividades de inteligencia. Si aceptamos que los controles de la inteligencia en la región son débiles, esa situación está tendiendo a agravarse con la llamada “tercerización – oficial o informal - de las actividades de inteligencia”. Por ejemplo, en el caso peruano la Ley del Sistema de Inteligencia Nacional de 2006 no contempla provisiones para estos casos. Hay agencias privadas de seguridad – cuyos dueños casi siempre son oficiales castrenses en situación de retiro - que también están realizando actividades de inteligencia para consumidores privados, sin estar autorizados para ello, a diferencia de lo que viene sucediendo en los EE.UU. (22) Si esta va a ser la tendencia regional, entonces esperemos un desborde de la variedad de problemas antes mencionados.
A modo de colofón debo decir que son grandes los problemas, las problemáticas y los retos de inteligencia en nuestra región. Es por ello que hay que crear conciencia y cultura de inteligencia. Que nuestros pueblos la vean como la primera línea de defensa, como un instrumento legal y legítimo de los Estados; que nuestros líderes la vean y la empleen como una herramienta auxiliar para la toma de decisiones en los asuntos de Estado; que no la empleen mal – como sucede muy a menudo - porque corren el riesgo que terminen usándola en la misma forma que un borracho usa un poste de luz...para buscar apoyo en vez de iluminación (23).
Notas
(1) El general británico Rupert Smith, entrevistado en Military History (Mayo 2007, pp. 14-15, Why we can´t win a ´war on terror´), sostiene que no es posible hablar de una “guerra contra el terror” porque el terror es un método. Es lo mismo que se hablara de ganar “ la guerra contra el yoga”. Es autor del libro The Utility of Force: The Art of War in the Modern World (Nueva York: Alfred Knopf, 2007).
(2) “The Golden Age of Intelligence is Before Us”, entrevista en Salon.com del 20 de Septiembre de 2001.
(3) En su libro Enemies of Intelligence: Knowledge & Power in American Nacional Security (Nueva York: Columbia University Press, 2007, p. 160), Richard K. Betts sostiene que el término privacidad se refiere a la limitación de los medios del gobierno para adquirir conocimiento de las asociaciones, comunicaciones y actividades de los individuos.
(4) “Ofertaban informe secreto de la Marina sobre Sendero. Capitán Carlos Barba también vendía reglaje a ambientalistas”, en La República del 30 de Abril de 2007; Edmundo Cruz, “Ofertaron más de mil informes. A través de canal controlado por la Marina”, en La República del 1 de Mayo de 2007; César Romero, “Empresas de seguridad privadas compran y venden información de inteligencia”, en La República del 1 de Mayo de 2007 (Perú). “Werner Pertot, “Una lección poco inteligente: la investigación por espionaje ilegal en Trelew”, en Página-12 del 23 de Mayo de 2007; “Kirchner destituye al jefe del espionaje militar: El general Montero conspiró para que releven a la ministra de Defensa”, en El País del 23 de Noviembre de 2007; Darío Gallo, “Mi teléfono está pinchado”, en El Mundo del 4 de Diciembre de 2007; “Otro jefe de inteligencia desplazado de su cargo”, en Página-12 del 13 de Diciembre de 2007; Christian Sanz, “El periodismo y el dinero de la SIDE”, en www.uruguayinforme.com del 14 de Diciembre de 2007 (Argentina). “Detenido un ex jefe de los espías de Colombia por vínculos con los paras”, en El País del 23 de Febrero de 2007; Juan Forero, “Traffickers Infiltrate Military in Colombia: Officers Provided Secret Information on U.S. Navy”, en The Washington PostSemana del 11 de Noviembre de 2007; “Ministro de Defensa colombiano no excluye que espionaje a Uribe sea estatal”, en Globovisión del 11 de Diciembre de 2007 (Colombia). Matt Malinowski, “Chile legislators angered by intelligence monitoring of Green NGOs”, en Santiago Times del 14 de Diciembre de 2007 (Chile). del 8 de Septiembre de 2007; “La infiltrada”, en
(5) Richard K. Betts, Surprise Attack: Lessons on Defense Planning (Washington, D.C.: The Brookings Institution, 1982), p. 102.
(6) Alexander De Marenches, con David Andelman, The Fourth World War: Diplomacy and Espionage in the Age of Terrorism (Nueva York: William Morrow & Co.,1992), p. 113.
(7) R.K. Betts, Enemies of Intelligence, p. 15.
(8) Mark M. Lowenthal, Intelligence: From Secrets to Policy (Washington, D.C.: CQ Press, 2000), p. xi.
(9) Viktor Cherkashin, con Gregory Feifer, Spy Handler (Nueva York: Basic Books, 2005), p. 312.
(10)En su artículo “Scenarios, contingencies and war”, Mackubin Thomas Owens sostiene que una de las herramientas más importantes de los planificadotes es el “escenario”, el cual es una imaginaria secuencia de eventos que les permite probar a las creencias convencionales, confrontándolas con una variedad de futuros alternativos. A menudo los escenarios parecen implausibles, pero basta mirar a eventos recientes para reconocer que “implausible” no es la misma cosa que “no puede suceder”. The Washington Times del 4 de Diciembre de 1996.
(11)Walter Lacqueur, The Uses and Limits of Intelligence (New Brunswick y Londres: Transaction Books, 1993), p. 94.
(12)Arthur S. Hulnick, “The Intelligence Producer-Policy Consumer Linkage: A Theoretical Approach”, Intelligence and National Security 1, N° 2, Mayo 1986, pp. 217-18, 220-23, citado en R.K. Betts, Enemies of Intelligence, p. 15.
(13)Gerald W. Hopple, “Intelligence and Warning: Implications and Lessons of the Falklands Islands War”, World Politics, Invierno 1984, p. 344. Una falla de inteligencia es la incapacidad de una o más partes del ciclo de inteligencia para producir inteligencia oportuna y precisa sobre un tema o evento de importancia para los intereses nacionales. Mark M. Lowenthal, “The Burdensome Concept of Failure”, en Intelligence: Policy & Process, editado por Alfred C. Maurer, Marion D. Tunstall y James M. Keagle (Boulder, CO: Westview Press, 1985), p. 51.
(14)Bruce Berkowitz y Allan Goodman, Strategic Intelligence for American National Security (Princeton, NJ: Princeton University Press, 1991), p. 76.
(15)Clive Thompson, “Open-Source Spying”, en The New York Times del 3 de Diciembre de 2006; Pamela Hess, “Spies Relying More on Open Sources”, en The Washington Post del 6 de Diciembre de 2007.
(16)“Terrorists use Google maps to hit UK troops”, en Daily Telegraph del 13 de Enero de 2007; “Un general de EE.UU. lamenta las capacidades de Google Earth”, en El Comercio del 22 de Junio de 2007.
(17) Karl Deutsch, “Solución de Problemas: El Método Basado en la Conducta”, en Arthur S. Hoffman (compilador), Las Comunicaciones en la Diplomacia Moderna (Ciudad de México: DIMELISA, 1976), P. 92.
(18) Walter Lacqueur, The Uses and Limits of Intelligence, p. 104.
(19)Francisco Galvache Valero, “La formación de la comunidad de inteligencia española: un proceso en marcha”, en Al Servicio del Estado: Inteligencia y Contrainteligencia en España, Arbor, Número Monográfico. No. 709, Tomo CLXXX, Madrid, CSIC, Enero de 2005, p. 195.
(20) Relata Richard Betts en Enemies of Intelligence, p.127, que el ex director de la CIA George Tenet, tres semanas antes de los ataques del 11/9, en una entrevista que parece trágicamente premonitoria, agonizaba ante la perspectiva de una catastrófica falla de inteligencia. “Entonces el país querrá saber”, advirtió Tenet; “por qué no hicimos aquella inversión; por qué no pagamos el precio; por qué no desarrollamos la capacidad”.
(21) David Galula, Counterinsurgency Warfare: Theory and Practice (Westport, CT: Praeger Security Internacional, 1964, 2006), p. 6.
(22) Greg Miller, “Spy Agencies Outsourcing to Fill Key Jobs”, en Los Angeles Times del 17 de Septiembre de 2006; Tim Shorrock, “The corporate takeover of U.S. intelligence”, en Salon.com del 1 de Junio de 2007; Patrick Radden Keefe, “Don´t Privatize our Spies”, en The New York Times del 25 de Junio de 2007; R.J. Hillhouse, “Who Runs the CIA? Outsiders for Hire”, en The Washington Post del 8 de Julio de 2007; “Espías contratados: la tercerización llegó a la CIA”, en La Nación del 14 de Julio de 2007; R.J. Hillhouse, “The Value of Private Spies”, en The Washington Post del 18 de Julio de 2007; Dana Hedgpeth, “Blackwater´s Owner Has Spies for Hire”, en The Washington Post del 3 de Noviembre de 2007.
(23) Thomas L. Hughes, “The Fate of Facts in a World of Men: Foreign Policy and Intelligence Making Process”, Headline Series N° 23 (Washington, D.C.: Foreign Policy Association, 1976), p. 24. Citado en Loch K. Johnson, U.S. Secret Agencies in a Hostile World (Yale University Press, 1996), p. 27.
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