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    Alberto Bolívar Ocampo. Politólogo. Profesor de Geopolítica en los Institutos Armados, el CAEN y la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.

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Afganistán




Pese a la voluntad política y el compromiso estratégico por parte del presidente Obama para enfocar sus esfuerzos militares en Afganistán y tratar de revertir el obvio – y peligroso - deterioro de la situación, los EE.UU. no la van a ver fácil, no sólo por lo que Al Qaeda y los talibanes hagan o no hagan, sino por la influencia de fuerzas (relativamente) exógenas como Rusia.

Lo primero que debe reconocerse es que tal deterioro está en proporción directa con lo sucedido a partir de 2003 con la (torpe) invasión a Irak, que no hizo más que servir de imán para atraer más y decididos reclutas a las filas del integrismo islámico en Asia Central, los cuales han puesto al “gobierno” de Kabul en una posición casi tan débil como la del último gobierno comunista después de la retirada soviética en febrero de 1989. Si el “gobierno” de Ahmid Karzai no ha caído, es simplemente porque Al Qaeda y los talibanes no están recibiendo desde el exterior el nivel de apoyo logístico que recibían los mujaidines a través de la CIA. La verdad es que es imperdonable la forma cómo las fuerzas de la OTAN han dejado resurgir a los radicales islámicos. Un reciente informe del Pentágono ha reconocido que la violencia en Afganistán se está volviendo incontrolable. "Tras su caída, los talibanes se reagruparon desde el polvo y se han fusionado en una insurgencia fuerte y que evoluciona", agrega el informe. Los ataques de la insurgencia aumentaron un 33% en 2008 y los asaltos en las principales autopistas del país subieron un 37% en comparación con 2007, destaca el texto.

Tal es la desesperación, que autores como William Hauser y Jerome Slater (ver “Bring Back the Draft” en el último número de Foreign Policy), ya están pidiendo la reinstauración de la conscripción militar en los EE.UU. para poder hacer a los requerimientos militares que – consideran que son insuficientes los 20 mil a 30 mil efectivos propuestos por Obama –se necesitarían en Afganistán para poder tener un ratio de 10 a 1 respecto a los insurgentes; es decir, volver a militarizar convencionalmente un problema que va más allá de lo puramente militar, en una forma que me recuerda a lo que Lyndon Johnson hizo en marzo de 1965 y casi hace en noviembre de 1967 durante la guerra de Vietnam. Las fuerzas convencionales no van a lograr más que agravar el problema. Acá se necesitan más efectivos de fuerzas especiales y (muchas) obras de infraestructura.

¿Creen acaso que las fuerzas regulares van a poder implementar la - altamente riesgosa - estrategia de crear milicias y darles armas para combatir al talibán? De ninguna manera. Eso sólo pueden hacerlo fuerzas especiales. De otro lado, se han agravado los problemas logísticos para Washington por el cierre de la base aérea de Manás por parte de Kirgistán. ¿La mano de Moscú? Obvio, por una realidad geopolítica que recién podría volver a reconocerse: es su zona de influencia.



(*) Alberto Bolívar. Diario Expreso. 14/Feb/09

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