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    Somos un grupo de investigación en temas de Seguridad y Defensa Nacional.

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    Alberto Bolívar Ocampo. Politólogo. Profesor de Geopolítica en los Institutos Armados, el CAEN y la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.

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Inteligencia militar (*)




Ha causado cierto revuelo y críticas la publicación del D.S. 013-2008-DE/EP del 20 de julio último, que dispone la reactivación del Arma de Inteligencia del Ejército Peruano. Analicemos las críticas.

“Fue mal utilizada en la década pasada”. Nadie puede negar que no sólo el Arma de Inteligencia del EP fue mal usada, sino también todo el sistema de inteligencia nacional, siendo la gran paradoja de este sistema el que funcionó muy bien, pero en su mayor parte para lo que no debía. Al igual que otros aspectos relacionados con la seguridad nacional, la inteligencia es una herramienta, un instrumento legal y legítimo de cualquier Estado que se precie de cumplir con su principal función: la de brindar seguridad a los ciudadanos. Todo depende de cómo se le utilice y de cómo se le controle. Con el razonamiento de que “porque fue mal usado ya no debe existir”, deberíamos prohibir la venta de cuchillos de cocina, que a cada rato son utilizados para cometer homicidios.

“Controlará riesgos y amenazas en el frente interno”. Nuestra realidad no es la de países como Costa Rica (ejemplo que ridículamente siempre pone la izquierda para tratar de justificar la desaparición de las FFAA): hay más que remanentes de los grupos terroristas. Hay ideologías extremistas (algunas digitadas desde el exterior) que se han convertido en una suerte de “VIH ideológico”, que de vez en cuando rebrota, que lo hemos controlado pero sin encontrar aún la cura. Esos grupos son clandestinos y no puede conocérseles sólo a través de la recolección de información de fuente abierta. Hay que conocerlos desde adentro y ello sólo se logra a través de la penetración física o electrónica por parte de los espías del Estado Peruano, incluidos los del EP y de los otros institutos armados, y ni qué hablar de la PNP. Todos deben ser parte de las capacidades de recolección clandestina de nuestro Estado (hoy, casi inexistentes). No reconocerlo, simplemente linda con la necedad.

“Atenta contra la “doctrina de la unidad”, que supuestamente se iba a conseguir unificando la doctrina de inteligencia de los tres institutos armados. Podemos aceptar una base doctrinaria inicial única a impartirse en una escuela de inteligencia conjunta, pero reconociendo también que cada instituto tiene sus peculiaridades operacionales y por ende, sus particulares objetivos de recolección (clandestina o abierta) y de análisis, en relación a sus similares extranjeras. Cada instituto debe tener su propia Arma de Inteligencia y debe seguir teniendo su propia escuela de inteligencia. La base doctrinaria inicial sí debe ser uniforme, sobre todo cuando se trate de terminología (conceptos como “contrainteligencia” han llegado a tener tres acepciones distintas, una por instituto) y del formato de los documentos que se producen (las notas de inteligencia y de información pueden variar también, según sea el instituto, y a su vez, pueden ser distintos a los producidos por la PNP). Estos son algunos defectos sistémicos que es menester subsanarlos ya, para contribuir a evitar llevarnos sorpresas desagradables en un ambiente estratégico cada vez más enrarecido.


(*) Alberto Bolívar. Diario Expreso. 31/Jul/08

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