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    Alberto Bolívar Ocampo. Politólogo. Profesor de Geopolítica en los Institutos Armados, el CAEN y la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.

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Sendero en el VRAE, ¿Qué hacer?(*)



Artículo publicado en la revista JustoMedio N° 15, Junio 2009.

En un reporte publicado el pasado 21 de abril en CNN.com, Arthur Brice cita a Bernard Aronson – ex Subsecretario de Estado para Asuntos Interamericanos durante la administración de George Bush padre-, comparando al “retorno” de Sendero Luminoso con la película de terror Martes 13 porque “uno piensa que ha matado a la bestia, pero esta siempre regresa.” Esto es relativo, ya que Sendero nunca se fue, sino que a partir de la captura de Abimael Guzmán en 1992 y su derrumbe estratégico de 1994-95, sus remanentes ingresaron a una situación de hibernación estratégica que les permitió intentar reorganizarse, siempre a la espera de una ventana de oportunidad.

Esta se dio porque, equivocadamente, luego de la implosión del gobierno de Alberto Fujimori, muchos equipararon a este hecho con el fin de la guerra, olvidando que esta era una guerra popular prolongada. Dicho de otra forma, si la guerra “supuestamente terminó el año 2000”, tal como con acierto lo expresó Simon Romero en The New York Times del 18 de marzo último en un extenso informe sobre el VRAE, ¿qué es lo que está sucediendo? ¿Son las emboscadas a policías y militares prueba fehaciente de que SL ha recuperado algo de sus antiguas capacidades operativas en el ámbito rural? Todo indica que así es.

Ello se ha visto favorecido por una característica de la zona: geopolíticamente hablando, constituye un guetto por cuanto lo difícil de su topografía y la casi inexistencia de vías de comunicación importantes, la mantienen aislada de los centros de poder político y económico, viéndose además agravada la situación por la secular falta de presencia de un (ineficiente) Estado que, entre otras perlas, mantiene al 40% de los lugareños sin documento de identificación alguno; en otras palabras, no existen oficialmente. Esta misma característica le permitió a Sendero “emerretizarse”, abandonar su indiscriminado empleo de la violencia y buscar – en alianza con el narcotráfico -, la cooptación de un sector importante de la población y de las autoridades locales, sin que nadie se lo impida. Esto último es más importante que sus acciones militares, por cuanto le permite hacerse de una masa crítica de legitimidad; entiéndase, de apoyo popular. A su vez, este apoyo se traduce en inteligencia precisa y oportuna acerca de los movimientos de las fuerzas del orden – convirtiéndose en la “antena popular” de la que hablaba Ho Chi Minh- , con los resultados que conocemos: serios reveses operativos.

Esto sucede porque la doctrina, el software que estas últimas emplean, data de julio de 1989: antes del derrumbe del socialismo; antes de la caída de Guzmán y todo lo que acarreó; antes del replanteo de su estrategia por los remanentes de SL; antes de su (hoy) obvia división; antes de los sucesos del 11 de septiembre de 2001 y la consiguiente globalización del accionar de los grupos terroristas. Mientras tanto, Sendero – en cualquiera de sus tres vertientes: VRAE, Huallaga y Lima- aprendió de los errores de Guzmán, mutó y se replanteó organizacional, doctrinaria y operacionalmente hablando, para mejor poder adaptarse a las nuevas circunstancias políticas y militares. Mientras no actualicen su doctrina e incorporen nuevas tecnologías como el empleo de vehículos aéreos no tripulados – conocidos como UVAs por sus siglas en inglés – se darán reveses operativos cada vez peores. Es un trabajo eminentemente intelectual que exige empezar por contestar preguntas como: ¿Quién es el enemigo en 2009? O tal vez sea el preguntar ¿quiénes son los enemigos? ¿Cuáles son sus principales manifestaciones doctrinarias y operativas? ¿Quiénes son sus mandos políticos y militares? ¿Cuál es el grado de colusión con las firmas del narcotráfico y cómo ello se traduce en su aparato político y militar? ¿Cuál es el rol que juega Abimael Guzmán desde la Base Naval?

Si estos son algunas (importantes) interrogantes que también son problemas desde el punto de vista de la seguridad, peores lo son desde el punto de vista político-estratégico del Estado. ¿Cuál es el objetivo político de la (supuesta) estrategia que (también supuestamente) se venía implementando desde 2006 y el de la recientemente expuesta por Yehude Simon ante el Congreso? Pregunto, porque no me queda muy claro, a tenor de lo expuesto por el primer ministro, que, valgan verdades, eran un listado mitad diagnóstico y mitad buenas intenciones, pero totalmente carente de lo que debe ser un proyecto de esa envergadura: objetivos claramente establecidos, formulación de políticas (el qué hacer para llegar al objetivo) y el diseño de estrategias (el cómo hacer para llegar al objetivo).

Más importante aun es la decisión política traducida en el hoy muy tenue, casi inexistente, compromiso de acción por parte de los sectores no uniformados, aquellos que con su accionar van a legitimar al gobierno, al Estado y al sistema democrático porque la solución al problema – decía el francés David Galula –no es sólo enviar soldados, sino que cuando estos vayan deben dejar muy claramente establecido ante la población que no vienen como fuerza de ocupación, sino para brindar seguridad a ellos y a los componentes del Estado que concurran en acciones de desarrollo; deben emplearse fuerzas especiales - verdaderos instrumentos parapolíticos que van a hacer un uso discriminado (quirúrgico) contra los terroristas - y no fuerzas convencionales.

Para dejar de ser un guetto, en el VRAE debe “aplanarse la topografía”, aumentando geométricamente los índices geoviales. Esto permitiría paulatinamente ir implementando una estrategia de sustitución de cultivos que sí puede ser exitosa porque el ex campesino cocalero ahora sí podría sacar sus nuevos productos. Es la más sólida base para edificar una presencia permanente y visible del Estado, tal como en el comentario que en The New York Times del pasado 26 de abril hacía Janine di Giovanni al último libro del australiano David Kilcullen (The Accidental Guerrilla), citando a un coronel estadounidense en Afganistán: “Uno puede cavar un pozo de agua en un día y construir una escuela en un mes..., pero toma un largo, largo tiempo construir un camino. Cuando uno empieza un camino, se envía un mensaje: que esto no es una asociación que dura un mes, sino que es para el largo plazo”.

Tanto en el campo de la seguridad como en el campo del desarrollo, urgirá tener un sistema de inteligencia nacional recompuesto, dentro del cual – pese a que la Dirección Nacional de Inteligencia debe (verdaderamente) centralizar la conducción - la Dircote debe constituirse en la punta de lanza de todo el esfuerzo de inteligencia. Dicho de otro modo, todos en apoyo de la Dircote porque no sólo son los que más y mejor conocen del tema, sino que lo demuestran las continuas capturas de terroristas requisitoriados, que realizan a nivel nacional; inequívoca señal de que siguen haciendo bien su trabajo.

Urge también una estrategia de guerra política. Alguna vez conversaba con el recientemente fallecido Michael Radu del Foreign Policy Research Institute de Filadelfia acerca de la teoría maoísta del pez (el guerrillero) y el agua (la población) y cómo las doctrinas contrainsurgentes clásicas hablaban de “quitarle el agua”. El me manifestó: “Tú no le quitas el agua, sino que se la envenenas. Esto sólo se logra a través de la guerra política, incluidas las operaciones psicológicas”. Una estrategia de guerra política contra Sendero no existe en el VRAE, ni por asomo.

Lo que viene dándose en esta zona no es broma, es muy serio. Por el momento constituye una pústula táctica y focalizada, pero que tiene un potencial de (peligrosa) metástasis estratégica que podría – digo, es un decir- regresarnos a épocas oscuras y sangrientas que nadie, en su sano juicio, añora.


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Alberto Bolívar Ocampo. Politólogo. Experto en Inteligencia. Egresado del XXXIV Curso de Defensa Nacional en el Centro de Altos Estudios Militares (1984), del V Curso de Inteligencia Estratégica en la Escuela de Inteligencia Nacional (1988), del XXI Curso de Planificación y Administración de Recursos para la Defensa (2003), del Curso Avanzado de Terrorismo y Contrainsurgencia (2007), del Curso Avanzado de Política de Defensa (2008) y del Curso Avanzado de Estabilidad y Operaciones de Paz (2009) en el Centro de Estudios Hemisféricos de la Defensa en Washington, D.C. Catedrático de los cursos de Geopolítica, Estrategia, Inteligencia, Polemología, Análisis Político y Guerra Revolucionaria en el Centro de Altos Estudios Nacionales y en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Desde Noviembre de 2001 es Investigador Asociado del Centro de Terrorismo, Contraterrorismo y Seguridad Interior del Foreign Policy Research Institute de Filadelfia. También es autor del capítulo sobre Perú en el libro Combating Terrorism: Strategies of Ten Countries, Yonah Alexander (editor), The Michigan University Press, 2002. Es presidente ejecutivo de Strategos-Instituto de Análisis y Difusión.

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