Una combinación muy interesante y hábilmente conducida es lo que ha permitido a la inteligencia colombiana asestar en las últimas semanas varios golpes a los narcoterroristas de las FARC, siendo de contundencia estratégica la eliminación de Raúl Reyes ( el segundo después de Marulanda) y de Iván Ríos (por sus propios hombres, para cobrar una recompensa), otro de los siete integrantes de lo que vendría a ser el comité central de la organización.
Para localizar con precisión a Reyes y para planificar detalladamente la operación especial que le dio de baja (tal como hace dos semanas en esta columna intuí que había sido), fue vital el que los elementos clandestinos de la inteligencia colombiana (espías sembrados no sólo en su territorio, sino también en Ecuador y Venezuela) captaran a informantes dentro de las FARC. El convencimiento a estos poco tiene que ver con la ideología y mucho con el dinero. A lo largo de la historia del espionaje, el dinero ha sido el principal factor para que alguien decida traicionar a su país o a su organización. A su vez, ello primero implicó – es obvio – la decisión de los más altos estamentos gubernamentales para usar al sistema de inteligencia contra el liderazgo de las FARC y también el proporcionarle, además de los medios (dinero), el sustento legal: una Ley de Recompensas y una Ley de Arrepentimiento.
En Malaya (1948-60), la inteligencia británica sólo pudo comenzar a tener éxitos después que la administración colonial promulgara dispositivos de esa clase. Lo mismo sucedería en el Perú entre 1992 y 1995: El derrumbe de Sendero Luminoso se inició con la caída de Guzmán (un finísimo trabajo de inteligencia por parte del GEIN), pero se consolidó por la aplicación de leyes como las antes mencionadas. ¿Por qué son importantes para el trabajo de inteligencia? Porque el sistema trabaja mejor cuando es la población (primero), esa “antena popular” de la que hablaba Ho Chi Minh, la que proporciona la información para localizar a terroristas que buscan mezclarse entre ella; y cuando los desafectos (segundo) se ven tentados y atraídos por la recompensa pecuniaria y eliminan a sus jefes. Así murieron Iván Ríos y después que él, “Emilio” quien dirigía el Frente 37 (costa norte caribeña) de las FARC.
Todo indica que el delator de Reyes proporcionó a los colombianos el número del teléfono satelital que utilizaba, siendo un dato clave para determinar las coordenadas de su campamento. Utilizar aviones AWACS o satélites espías para afinar su localización devendría en irrelevante sin el uso previo de elementos de inteligencia humana (HUMINT, espías) profesionalmente dirigidos y cumpliendo con eficiencia su labor. La moraleja estratégica es que un país debe tener capacidades clandestinas humanas y técnicas (en ese orden) de primer nivel para que su sistema de inteligencia funcione; capacidades que a partir de 2001 fueron desactivadas en nuestro país y que en los hechos hoy son prácticamente inexistentes. Por lo que viene sucediendo, todo indica que estamos pagando las consecuencias de tan desgraciada decisión.
(*) Alberto Bolívar. Diario Expreso. 20/Mar/08
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