En su libro Surprise Attack: Lessons on Defense Planning (1982, p.102), Richard Betts señala que el rol de la inteligencia es extraer la certeza de la incertidumbre y facilitar una decisión coherente en un medio ambiente incoherente. Por su parte, en Strategic Intelligence (1949, p.199), Sherman Kent dice una gran verdad: la inteligencia no determina objetivos, no traza políticas. Es auxiliar porque cumple una función de servicio, cuidando que los que formulan las políticas estén bien informados; añadiendo este autor que lo que un equipo de información desea sobre todo, es que sus hallazgos demuestren ser de utilidad para tomar determinaciones o llegar a decisiones. Sin embargo, enfatiza Kent, no existe ninguna ley universal que obligue a la política a aceptar esos hallazgos (p.219.)
Traigo a colación estos conceptos, a raíz de lo sucedido en Moquegua. Las últimas informaciones periodísticas nos permiten conocer que los servicios de inteligencia – incluida la Dirección Nacional de Inteligencia/DINI (increíble pero cierto) – cumplieron con advertir a los más altos escalones del gobierno sobre la asonada que estaban organizando grupos radicales, utilizando un reclamo técnico que Moquegua había hecho hace un año a los ministerios de Economía y Finanzas, y de Energía y Minas, sin ser resuelto aun. Si todo indica que la alerta se dio, ¿entonces, qué salió mal? A continuación, varias preguntas en son de reflexión:
¿Fue una alerta - en términos de Ariel Levite - “ideal”, es decir, detallada, comprehensiva, oportuna, categórica y confiable? (Intelligence and Strategic Surprise, 1987, p.151)
¿Se transmitió información o se transmitió inteligencia? Dice Mark Lowenthal (Intelligence: From Secrets to Policy, 2000, p.xi), que toda inteligencia es información, pero no toda información es inteligencia. La diferencia la da el valor agregado que es proporcionado por el buen análisis, siempre concluyendo en prospectiva y de una forma que pueda ser “accionable” por la política.
¿La inteligencia transmitida fue producto de la evaluación de informaciones recolectadas sólo por la DINI, o ésta, como órgano central del sistema de inteligencia, centralizó y contrastó las enviadas por otros componentes del mismo? Ergo, funcionó el sistema.
Si la alerta fue ideal, si se transmitió inteligencia (accionable) y si la DINI realmente actuó como órgano centralizador (funcionó el sistema), ¿por qué no reaccionaron a tiempo (políticamente) la Presidencia del Consejo de Ministros y más aun, la Presidencia de la República? Se paralizaron por temor. El timing de la asonada no fue algo del azar. Fue escogido cuidadosamente por los organizadores: en la semana del 22 aniversario de Lurigancho y El Frontón. Dicho de otra forma, buscaban provocar un alto costo social que repercutiera en la CIDH.
La moraleja es que Sherman Kent tenía razón cuando escribió: “Si un día en inteligencia se nos concedieran tres deseos, estos serían: conocerlo todo, ser creídos cuando hablamos, y de tal forma, como para ejercer una influencia por el bien de la política.” Deseos, que dicho sea de paso, rara vez se cumplen en el mundo de la inteligencia.
(*) Alberto Bolívar. Diario Expreso. 26/Jun/08
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