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    Alberto Bolívar Ocampo. Politólogo. Profesor de Geopolítica en los Institutos Armados, el CAEN y la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.

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Guerra en el VRAE: Situación y Perspectivas (*)




Artículo publicado en la revista JustoMedio N° 18, Septiembre 2009.

El reciente derribo de un helicóptero MI-17 no es más que un gravísimo indicador adicional de que no sólo no existe una estrategia integral, clara, coherente y eficaz para combatir a Sendero Luminoso en lo político y lo militar, sino además que la organización terrorista se viene manifestado como una fuerza combatiente altamente móvil, innovadora tácticamente, flexible operativamente hablando y dispuesta a realizar acciones muy audaces – como la incursión urbana contra una base de la Dirección Nacional de Operaciones Especiales de la Policía Nacional en San José de Secce el pasado 1 de agosto-, las que en su momento podrían alcanzar el nivel de contundentes desde el punto de vista estratégico, como podría ser el asalto y toma de una base contrasubversiva del Ejército Peruano. (Se me ocurre que tendría que darse en unos días en los que, por razones climáticas, la base no pudiera recibir ninguna clase apoyo, ni aéreo ni terrestre; comprometería el concurso de por lo menos 300 combatientes, y la masacre de la guarnición y consiguiente robo de sus armas y municiones causarían una crisis política e institucional sin parangón en la historia de nuestro país. La incursión del 1 de agosto, considero que fue un ensayo fallido de lo que vienen preparando.)

El reciente nombramiento de Fernando Valer como Secretario Ejecutivo del Plan VRAE, acarrea las mismas deficiencias (en la forma de carencias) que tenía Jorge Durand, su antecesor:

- no tiene un presupuesto propio

- no tiene personal

- no tiene las facultades legales que le deberían otorgar mando y comando sobre los componentes castrenses y de desarrollo de dicho Plan

- no tiene un decidido apoyo político ni del Ejecutivo ni del Legislativo

Todos estos son los ingredientes perfectos para configurar un futuro escenario de desastre, en especial porque el problema es eminentemente político – pese a las obvias manifestaciones militares – por el abandono en el que el Estado siempre mantuvo a la selva centro-sur. El Estado no sólo es inexistente, sino que además su presencia es rechazada por tardía, interesada e ineficaz.

Que un Estado tenga presencia, significa que sus instituciones sean visibles, comprometidas y eficientes en la búsqueda del satisfacer los requerimientos y necesidades mínimas de una población pobre y desconectada físicamente del mercado. De ahí el anunciado fracaso de una estrategia antidrogas basada en la sustitución de cultivos, por cuanto no habría cómo sacar los productos que reemplazarían a la hoja de coca. Una población que en términos reales y formales, tampoco existe para ese Estado porque el 40% de la misma, no es que no tenga Documento Nacional de Identidad, sino que ni siquiera tiene Partida de Nacimiento; es decir, vamos contra uno de los principios básicos que se demostraron eficaces en la estrategia (de veras integral) que los británicos aplicaron cuando la llamada “Emergencia de Malaya” (1948-1960): presencia del Estado no es principalmente la presencia – importante, claro está – de las fuerzas del orden, sino que “los nacimientos, los matrimonios y las defunciones sigan inscribiéndose.”

El vicepresidente Luis Giampietri pidió declarar “zona de guerra” al VRAE para poder evacuar a la población civil y realizar acciones militares como bombardeos contra presuntas bases senderistas, algo que de plano ha sido rechazado por el presidente Alan García. En primer lugar, debió haber pedido aglutinar a las pequeñas poblaciones dispersas en lo que también los británicos llamaban “aldeas estratégicas”, y cuyo objetivo, más que minimizar los eufemísticamente denominados “daños colaterales”, es aislarlas de los terroristas. Esto toma tiempo y cuesta mucho dinero, pero lo más importante es que es producto de una decisión política y estratégica del más alto nivel. En segundo lugar, así lográsemos reubicarlas, la actual inexistencia de inteligencia oportuna, precisa y veraz, haría inútiles los posteriores esfuerzos militares. Paul Seabury y Angello Codevilla sostienen con acierto que “pelear sin buena inteligencia consiste, en el mejor de los casos, en campañas de destrucción conducidas con la esperanza de que el daño indiscriminado a los brazos y cuerpo del oponente, afectarán vitales pero desconocidos puntos de presión.”

Siguiendo en el campo de la inteligencia: las fuerzas del orden tienen muy poca idea del enemigo al que se enfrentan porque ya no es el Sendero Luminoso de 1980-1994. Es un nuevo SL en lo organizacional, doctrinario, aproximación a la población y en lo operativo. La impresión que me da es que nuestros combatientes - pero en especial quienes los comandan - están desconcertados desde el punto de vista doctrinario. ¿Cómo no lo van a estar, si el Manual de Guerra No Convencional que usan data de julio de 1989? En 1995, los ecuatorianos nos dieron una gran sorpresa doctrinaria y tecnológica en el Cenepa porque fuimos a pelear como si fuera 1981 (Falso Paquisha). Lo mismo está ocurriendo en el VRAE con Sendero. Me atrevería a decir que esto ya se está convirtiendo en un “pequeño Cenepa”.

Una fuente muy bien informada me manifestó que el helicóptero MI-17 no fue derribado el pasado 2 de septiembre por fuego de ametralladoras, sino por un RPG. Esto constituiría un gran cambio operativo por parte de Sendero. El último 28 de abril, utilizando también un RPG, casi derriban el helicóptero que transportaba al jefe del Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas. Querría decir que estuvieron entrenando para ello, lo que a su vez significaría que tienen varios en stock. Esta técnica fue desarrollada por los Mujaidines afganos en su guerra de resistencia contra la ocupación soviética (1979-1989), la perfeccionó Al Qaeda y así entrenó a las fuerzas somalíes de Mohamed Farrah Aideed para aplicarlas contra los helicópteros estadounidenses en Mogadiscio (octubre de 1993).

Seguimos sin tener vehículos aéreos no tripulados (UAVs por sus siglas en inglés). Dos de ellos fueron muy bien utilizados por los ecuatorianos en el Cenepa para obtener inteligencia en tiempo real sobre nuestras posiciones. El peligro acabó cuando nuestras fuerzas especiales incursionaron sobre la base de Coangos y destruyeron los UAVs. Es el colmo que catorce años después, viendo su utilidad en esa guerra y viendo cómo se están empleando en Irak y Afganistán, nuestras fuerzas armadas no los hayan incorporado a su estructura de tareas y a su doctrina operativa. Nos serían muy útiles en el VRAE.

El sistema democrático tampoco les está proporcionando los medios materiales para cumplir las misiones que la Constitución Política les asigna en casos de emergencia, violándola flagrantemente. Nuestras fuerzas armadas – ahora se comprueba – sólo existen en términos administrativos y no operativos. No tienen capacidad alguna para cumplir esas misiones. Eso no es responsabilidad suya, sino del liderazgo político, empezando por Fujimori, pasando por Paniagua y Toledo, hasta llegar a García. Por ejemplo, ¿por qué no se usan los helicópteros blindados y de ataque MI-25? Porque no funcionan por falta de mantenimiento (entiéndase, por falta de un presupuesto adecuado que el ministerio de Economía no quiere otrorgar).

El sistema tampoco les proporciona el marco legal adecuado. ¿Existe acaso una nueva Ley de Terrorismo, o leyes de Arrepentimiento y de Recompensas? ¿Qué rol juega el Congreso en esta guerra? Agrava el problema – por lenidad o abierta colusión con los terroristas- la constante intromisión de algunos miembros de ONGs de derechos humanos, de la Fiscalía y la Defensoría del Pueblo, que después de toda acción armada, no hacen sino denunciar penalmente a nuestros soldados y pilotos. Por más “políticamente incorrecto” que parezca, ya debe irse pensando en tomar drásticas acciones políticas y legales al respecto. De no hacerlo, los tendremos en la terrible situación de tener que morir por un sistema que no tiene la menor intención de defenderse.

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